La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La importancia de llamarse Rogelio

¿El cambio es aguantar a los noveleros que hablan de los consejeros como si lo fueran de toda la vida?

En Sevilla hay nombres que lo dicen todo como los hay que no dicen absolutamente nada. El triunfo es ser conocido simplemente por el nombre de pila (del pato). Por eso los políticos se empeñan en quitarse los apellidos. Están convencidos de que así generan esa sensación de proximidad que refuerza su perfil más humano. A Monteseirín le encantaba que le llamaran Alfredo, sin más. El presidente Moreno se trabaja la opción de ser sencillamente Juanma. Es curioso, dos de los personajes principales de la historia de la democracia son referidos por el personal según las circunstancias. Guerra era solamente Alfonso en los tiempos de su máximo apogeo, cuando había que darse importancia y presumir de proximidad con el todopoderoso vicepresidente del Gobierno, que lo mismo ponía orden en el PSOE vasco que intervenía en asuntos de política municipal en Sevilla. De Alfonso pasó a ser "el Guerra" cuando perdió poder. En el PP ocurrió igual. Si Arenas estaba fuerte era simplemente Javié. Y si el vuelo del lince de Olvera era bajo pasaba a ser "el Arenas". Estos días hay noveleros que te hablan de un tal Rogelio sin más apellidos. Como en su día, por cierto, te hablaban de Pepote con una familiaridad pasmosa. Media Andalucía se había montado en la moto de Pepote, que se repetía en las imágenes del Telesur más que Manolo Cardo en chándal. Es curioso cómo la gente usa el nombre de pila sin mayores confianzas. Con la boda de la Infanta ocurrió igual. De pronto fue "Elena" a secas. Oías hablar de Elena, dicho a pelo, sin más apellidos ni referencias, y se te quedaba cara de tontucio. Todo el mundo debía haber estado varias veces en la Zarzuela (o, mejor dicho, en Zarzuela, sin artículo), como media Sevilla había pasado por la bodeguita de Felipe. Ahora oyes hablar de Rogelio y rápidamente buscas las anchoas de Santoña, los sobaos pasiegos y el tinto de la Rioja Alta. Pero va el interlocutor y te corrige con soberbia novelera para aclararte que no se refiere a Rogelio el de la Flor del Toranzo, medalla de oro al Mérito en el Trabajo, sino a don Rogelio Velasco, el muy respetable consejero de Economía de la Junta de Andalucía. Y el contertulio te suelta una filípica sobre las claves del think thank andaluz trufada de otros extranjerismos. En ese preciso momento te preguntas si el cambio andaluz es tener que aguantar a los pelmazos que no se no han visto otra. Y no sabes si es más pesado el reformista de centro-derecha o el hermano mayor del Martes Santo con la tarde libre. Rogelio en Sevilla sólo hay uno. Susana sólo hay una. Y Velasco es una tienda de tejidos.

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