Celebrábamos los periodistas católicos la festividad del patrón y la verdad es que resultaba reconfortante ver el lleno que registraba la iglesia que las salesas tienen en la plaza de las Mercedarias. Hacía muchos años que no se veía una afluencia tan numerosa en dicha convocatoria y era ese un detalle que te reconciliaba con la situación para ofrecerte una visión menos sombría. Era el primer San Francisco de Sales de don José Ángel y me imagino que se alegraría de ver el poder de convocatoria. Estábamos en una especie de cuarto de los cabales bien colmado, las voces blancas del coro monjil nos transportaban y su calor hacía de contrapunto a la lluvia y el frío de la calle. Y cuando el arzobispo puso el acento en la conveniencia de anteponer el verbo escuchar al de oír nos dimos cuenta de qué bueno sería que nos parásemos a escuchar casi todo cuanto oímos, no todo.
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