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Los impuestos

La OCDE, hace unos días, calculaba que el impacto de la guerra en España sería escaso

El presidente del Gobierno, señor Sánchez, anuncia para este mismo mes una bajada de impuestos; momento que el señor Feijóo ha aprovechado para atribuirse dicho mérito, dadas la posición favorable de su partido y la aflictiva marcha de nuestra economía. Desde luego, la subida de impuestos no parece un buen modo de impulsar a un país al ralentí, que se dirige a un cenagal poco deseable. Lo que no queda claro es que tal rebaja venga auspiciada por una súbita compasión hacia el ciudadano, y sí por una perspectiva umbría en lo que concierne a la guerra.

Cuando Huysmanns escribió su Allá lejos no lo hizo, claro, pensando en Putin, sino en otro criminal de más luenga prosapia: aquel mariscal Gilles de Rais, infame destructor de niños. Sin embargo, este "allá lejos" con que hasta ahora nos consolábamos, al hablar de la guerra en Ucrania, acaso esté más cerca de lo que imaginamos. Lo cual queda dicho, no sólo por la postura amenazadora y cauta que adopta China, y que acelera vertiginosamente la posibilidad de una guerra mundial, sino por esta súbita y modesta proposición del Gobierno, que ¡de repente! ha descubierto que el precio de la luz y su repercusión en la carestía de la vida están estrangulando -y ampliando- a las clases más desfavorecidas. Esto quiere decir, como parece obvio, que el mundo, y no sólo Europa, se hallan amenazados por una autocracia post-soviética, apoyada en una vieja y corpulenta tiranía comunista. Pero también implica, y por motivos elementales, que esta lóbrega contienda nos apela ya, de un modo directo, aunque las bombas caigan a miles de kilómetros de nuestra pantalla plana.

La OCDE, hace unos días, calculaba que el impacto de la guerra en España sería escaso. Y en igual sentido se ha manifestado siempre la vicepresidenta primera, y ministra de Asuntos Económicos, señora Calviño. No obstante, hay algo que sabemos, gracias a la abultada experiencia bélica de nuestra especie. Y ese algo es que, una vez empezada la guerra, no podemos adivinar el curso de las hostilidades y tampoco el alcance y la devastación de la contienda. Por supuesto, uno espera que la señora Calviño tenga razón, y que la señora Botín y el señor Borrell le hagan mucha pupa a don Vladimiro Putin bajando el termostato. Uno espera, en fin, que triunfen "los adornos más frescos de la vida", que cantaba el poeta Vicente Tortajada, y no la oscuridad sin fondo que abrigan nuestros corazones. Qué lejos, Ucrania, en cualquier caso, de esta batalla bizantina, hospitalariamente bizantina, de los impuestos.

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