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el periscopio

León / Lasa

La independencia escocesa y la colección de CD

Londres apela más a las duras consecuencias económicas de la secesión que a razones puramente sentimentales

NO se puede decir de forma más gráfica: la libra, ha declarado el jefe del Tesoro británico, George Osborne, en relación con la hipotética secesión escocesa, "no es como una colección de CD, que te puedes llevar tras un divorcio". Me temo -o me congratulo, qué sé yo- que a medida que se acerque la fecha prevista para el referéndum escocés, el 18 de septiembre, las declaraciones pragmáticas de los políticos británicos irán subiendo de tono con una premisa clara: respetar la voluntad de decidir de los McDermonds y compañía, pero haciendo cada vez más hincapié en las consecuencias económicas de la misma. Porque, aunque trufado con ciertas dosis de sentimentalismo barato, el alegato principal de cualquier movimiento de este tipo hay que buscarlo en algo tan prosaico como la cartera. El petróleo en Escocia; las balanzas fiscales en Cataluña, aunque ocultando los daños colaterales. Y siguiendo con el ejemplo pedagógico del divorcio, usado por Osborne, hay que concluir que efectivamente hay pocas separaciones que no tengan un coste económico de calado, aunque solo sea duplicar determinados gastos imprescindibles. Por eso, supongo, no todas las parejas que ya no están enamoradas se separan. Basta, dicen muchos, muchas, llevar una coexistencia civilizada.

Los británicos, con esa flema y practicidad tan envidiable, han acordado ya una fecha para celebrar la consulta: el 18 de septiembre de este año. Sin tragedias griegas, sin dramatismos de ningún tipo. Saben, sabemos, que el mundo va a seguir girando sea cual sea el resultado; que la historia es algo que fluye; que invocar a siglos de historia compartida significaría dar por hecho que aún seguiría existiendo el Imperio Austrohúngaro. Pero al mismo tiempo, cada vez serán más concluyentes en lo que respecta a explicar las consecuencias económicas de esa decisión. No apelan a la desazón sentimental que supondría la ruptura o al castigo europeo al niño díscolo. Simplemente, y es el comienzo, dicen: "Ustedes se van de la libra; búsquense otra moneda". Que no es moco de pavo. Seguiremos siendo buenos vecinos, como reza el refrán inglés, pero con altas verjas. Hay complejas razones técnicas que hacen inviable esa unión monetaria con una Escocia independiente. Pero además hay nula voluntad política. Quizá deberíamos comenzar en España a hacer lo mismo. Quizá sea tiempo de dejar de apelar a un corsé jurídico -la Constitución- para no afrontar un problema político. Y quizá deberíamos comenzar a explicar (les) las consecuencias económicas de tamaña decisión. De momento una sola pregunta: en una Cataluña independiente, ¿seguirían teniendo su sede Caixabank o el Banco Sabadell? Y de la Liga Catalana de las Estrellas, patrocinada por Caixa Raventós, hablamos otro día.

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