RASGARSE las vestiduras era norma farisaica cuando condenaban algo, cuando había algo que no les gustaba. Y susodicha costumbre es algo que viaja en la valija de muchos que están locos por encontrar un motivo para rasgarse las vestiduras. Normalmente son simples nimiedades las que llevan a estas personas a tomar la decisión de romperse la ropa y es algo que en el mundo del toro se da con frecuencia, que uno ha visto muchas ceremonias de este tipo. Que si el rabo que cortó el Cordobés, que si la salida del Bala por la Puerta del Príncipe, que si la oreja fue más bien orejita, que hay que ver la generosidad de la presidencia con Fulano o con Mengano. Ahora, con el indulto de Arrojado se ha disparado lo de llamarse a escándalo y hasta se proclama por algunos el fin del crédito de la plaza de Sevilla. Siempre fue así y así seguirá siendo, como si fuese pecado que toda una plaza goce y disfrute de forma unánime.
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