Parece un contrasentido que haya clubes que, esgrimiendo la situación sanitaria de su lugar, pretendan jugar con público. Sería de todo punto ventajista que unos tuviesen el calor de su gente y el resto no. El melón se ha abierto en Las Palmas, pues las Afortunadas han tenido la fortuna de sufrir en menor escala, mucha menor gravedad, los efectos de esta pandemia. Y lo peor de todo es que dicen que cuentan con el beneplácito de LaLiga.

Admitiendo aun a regañadientes la pillería de los amarillos, lo que no resulta de recibo es que el órgano que maneja la barca no sólo no se muestre en contra de la maniobra, sino que le ofrezca su apoyo. Y aquí ha surgido Rubiales, el hombre que dice noche cuando Tebas dice día, para poner cordura en el asunto. No sé si es por llevarle la contraria a su enemigo más íntimo o por mero sentido común. Tal como está el panorama es difícil adivinar qué impulsa a Rubiales.

Y si el presidente de la Federación se muestra contrario, no podía ser menos que lo propio hiciese su aliada Irene Lozano en el pulso que sostiene con la patronal. De la mano ambos presidentes, el del fútbol y la de todo el deporte, no podía ser de otra manera, sobre todo cuando les asiste la razón. La inaudita posición de Tebas en beneficio de una situación ventajista se ve apoyada por el Gobierno autonómico canario, conque existe alguna posibilidad de que prospere el desatino.

Imagino que el primero que alzará su voz contraria será el Girona, que ha de jugar en Las Palmas el sábado 13, día de San Antonio. Es un caso tan propicio al agravio comparativo que dudamos mucho de que prospere. Pero, claro, todo sea dicho con la boca pequeña, ya que los dislates son moneda de uso común en este mundo del fútbol. Sobre todo en un tiempo en que la pandemia lo ha convertido en campo minado para que la sorpresa salte en el sitio y el momento más inesperado.