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Al punto

juan / ojeda

L a inteligencia y la fe

COMO muchos nos temíamos, el llamado caso Bárcenas ha ido ya mucho más allá de la posible depuración de responsabilidades personales, fiscales y penales del ex tesorero del PP. Lo publicado el pasado jueves en el El País le ha dado, queramos o no, una dimensión de problema de Estado porque lo que esa información -hay que dejar claro que no está contrastada en absoluto- pone en cuestión es la honorabilidad de los principales dirigentes del partido que hoy gobierna a España. También es una cuestión de Estado porque afecta, más ni menos, que a la imagen del Gobierno de España que, en ese camino hacia la recuperación que empieza a intuirse, necesita, entre otras cosas, dar a sus ciudadanos una imagen de ejemplaridad porque quien sufre las consecuencias de la austeridad debe estar convencido de que también la practica quien se la impone por imperativos del cargo. Y de otro lado, más allá de nuestras fronteras, de donde nos pueden venir soluciones o problemas, hay que consolidar la imagen de honradez institucional de España como nación.

Precisamente por eso, por la gravedad del asunto, sería bueno que pensásemos en la necesidad de seguir algunas pautas. En primer lugar, el PP tiene que ser el primer interesado en arrojar toda la luz posible y despejar todas las dudas porque, si no es así, serán una rémora para su actuación no sólo a corto plazo sino durante muchos años. En ese sentido la pronta reacción de Cospedal, fue un paso importante, pero no puede quedar ahí y, por muy mal trago personal que resulten esas comparecencias, hay que hacer las que sean necesarias.

Por otra parte, los partidos de la oposición, que han valorado estas informaciones como una bomba de relojería contra el partido que gobierna, tienen que considerar la importancia de lo que nos estamos jugando y ser lo suficientemente prudentes como par no tomar iniciativas sobre lo que no está asegurado. En el juego de la destrucción, todos perdemos. No se trata de callar, sino de no dar pasos irreversibles.

Por último, y para todos, tenemos que conseguir que todo esto nos sirva, de cara al futuro, para crear los cortafuegos necesarios, no ya para que algo así no pueda ocurrir, sino que ni siquiera le demos credibilidad a hechos como éste, y no porque estemos ciegos o seamos adeptos, sino porque estemos seguros de que disponemos de los mecanismos de control necesarios para que no pueda ocurrir.

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