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la ciudad y los días

Carlos Colón

La inútil destrucción

EXPOSICIÓN sobre el transporte público en Sevilla, al cumplirse 125 años de la circulación de los primeros tranvías de mulas. En la Avenida de la Constitución se muestran 140 fotografías históricas de gran formato que son, también, un recorrido por la evolución/destrucción de la ciudad en el último siglo. El penoso balance podría resumirse en dos de ellas.

La nueva plaza de la Encarnación, tras el derribo en 1948 de medio mercado. Una operación discutible, pero bien resuelta, que pretendía prolongar el eje Campana-Puerta Osario iniciado en los años 20 y 30 con los ensanches de Villasís y Laraña (igualmente bien resueltos hasta que en los 60 y los 70 se alzaron los pisos yeyé de la esquina de Orfila, que estarían estupendamente en Los Remedios, y se derribaron el colegio de Villasís y la Universidad Literaria para construir los agresivos mamarrachos del Hotel Luz Sevilla, el Monte de Piedad y la Facultad de Bellas Artes). La fotografía permite ver el deteriorado, pero hermoso, caserío que conformaba el lado izquierdo de la plaza, destruido para la apertura de Imagen en 1958, desastrosa prolongación del ensanche de Laraña que marcó el inicio de la bárbara destrucción de Sevilla que se consumaría en las dos décadas siguientes. Pero lo más triste no es esto, sino la contemplación del lado izquierdo del frente que cierra la plaza hasta la esquina con Puente y Pellón, destruido bien avanzados los 70, y saber que allí se alzarían las malditas setas dando la peor solución posible a la vergüenza del solar del mercado estúpida y bárbaramente derribado en 1973.

En la otra fotografía se ve el Coliseo España rodeado de andamios en los que un cartel advierte que se está "adaptando" para su uso como oficina bancaria. Era 1970. Se había intentado derribar el edificio completo. Se logró que "sólo" se destruyera el interior, lo que se hizo entre 1975 y 1979, conservándose su hermosa cáscara. Así se derribó la espléndida sala del teatro-cine con capacidad para 2.100 espectadores (300 más que el Maestranza), presidida por la araña de bronce y cristal que hoy está en el Lope de Vega; el suntuoso vestíbulo con su gran escalera de mármol rosa y su espectacular baranda formada por una pieza única de hierro forjado; el Salón de Honor decorado con frescos de Hohenleiter; las vidrieras, yeserías, azulejerías y artesanías de caoba que daban tanta elegancia a todas sus zonas.

Para llorar. Y mucho, porque en casi todas las fotografías se aprecia la ciudad inútilmente destruida por la especulación y por un erróneo y cateto concepto de modernización que, desgraciadamente, ha seguido presidiendo las decisiones sobre la ciudad hasta hoy.

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