Difícil de neutralizar es el concepto que el entrenador del Levante saca de este Betis, por siempre y para siempre Real Betis Balompié. Es una definición que ha de congratular a ese ejército de fieles que ya ha logrado que el Benito Villamarín se haya quedado insuficiente. ¿Quién iba a decir que el colosal estadio que proyectó Lopera y que, veinte años después, puede rematar la dupla Haro&Catalán iba a quedarse pequeño?

Y es que cuando las cosas se hacen como las están haciendo cuantos manejan la barca, los frutos surgen solos, sin ayuda alguna. El momento que vive el club tras la larga noche de la sordidez nos trae hechos como éstos, con una cifra de socios que ni a echarse a pensar nadie de Madrid abajo. En fin que así está el patio cuando la pretemporada ha finalizado y esta noche se iza el telón en el espléndido coliseo heliopolitano para escenificar el primer duelo con fuego real.

Y llega el Levante de la mano de ese Paco López que llegó a su banquillo con poco nombre y que se hizo un sitio mediante la remontada que el equipo granota realizó para quedarse en Primera División. Resulta que el Levante fue el rival que menos dificultades presentó el curso pasado en Heliópolis y aquello fue el principio del desmoronamiento de López Muñiz, pero ya sabemos de sobras que el agua que ya pasó no mueve molino alguno, por lo que fijémonos en otra cosa.

Esa cosa distinta hay que centrarla en este Betis que tantas ilusiones anda despertando en su clientela. El solo hecho de ver el fútbol que despliega la orquesta de Setién ya es motivo sobrado para la asistencia. Luego si se trufa con un resultado positivo, la ecuación despeja una incógnita que representa repetir el curso pasado. Por lo pronto, el manijero levantinista ya ha calificado al Betis como un rival difícil de neutralizar. Pues nada, que la dificultad no decaiga y fiesta a la vista.