Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
El derbi es otro código y el Sevilla lo descifra mejor
José Borrell es un tipo extraño por lo fuera de lo común, en un país donde los políticos suelen ser ágrafos, escribió en 2017 un libro para desmontar las mentiras del procés, Los cuentos y las cuentas de la independencia, donde refutaba el expolio fiscal de Cataluña y negaba que países federales como Alemania tuvieran un sistema de financiación regional como el que ahora va a negociar el Gobierno socialista con la Generalitat. En 1992 sobrevoló en un helicóptero la provincia de Cádiz para revisar unas obras hidráulicas en unos meses muy críticos de sequía. Era ministro de Obras Públicas, y al final de la jornada lo entrevisté en Jerez en una sede de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir donde no había nadie esperándole a pesar del cargo y de la visita anunciada, tuvimos que buscar al guarda de la finca para que nos abriese el edificio. Antes de comenzar con las preguntas me pidió 15 minutos para descansar, y se retiró a una habitación con un libro de matemáticas en sus manos, no era un texto de divulgación del tipo ¿Qué han hecho las matemáticas por nosotros?, sino un tocho en cuya portada había parábolas y funciones. Estaba en francés. Su modo de meditar.
Borrell es un tipo extraño, sí, por lo fuera de lo común, poco dado a las componendas, se diría que su aversión al populismo es psicológica, no sé si le gusta abrazar a sus votantes como le ocurre al resto de sus colegas, pero ha sido un político eficaz y valiente. También soberbio, pero solvente. En 2017 fue una de los grandes oradores de la España constitucional en Cataluña. Como alto representante europeo de Asuntos Exteriores, participó del primer consenso que se fraguó dentro de la Unión Europea para rechazar la invasión rusa de Ucrania, no se ha cortado a la hora de denunciar la impiedad de los ataques de Israel sobre Gaza y criticó sin matices el último pucherazo de Nicolas Maduro. Calló durante el debate de la ley de amnistía, pero hasta ahí llegó su compromiso con la actual dirección socialista, presidida, por cierto, por su esposa, Cristina Narbona. Es indoblegable.
Sabe qué es un concierto fiscal, qué es el cupo y qué es romper la redistribución de la riqueza, y se ha sentido aludido por la descalificación que María Jesús Montero hizo en Rota de quienes llaman concierto a lo que es concierto. “No soy un mentiroso”. El debate nominalista no tiene mayor importancia, aunque sabemos que Andreu Mas-Colell, el gran cerebro de las cuentas independentistas, ha pedido que se evite la palabra concierto porque eso lleva a pensar en el modelo de las comunidades forales, tan insolidarios como arbitrarios.
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