PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Este 'jalogüín' sí que da miedo

LOS buenos policías siempre están en acto de servicio. Sobre todo cuando apuntan con una pistola al cráneo de su esposa. Esto no es carnaval, ni siquiera jalogüín de calaveras tomando copas en discotecas que desalojan a los más descolocados cuando navega entre la niebla la primera procesión matutina del Día de los Difuntos. Esto es jugársela a vida o muerte y convertir la noche de un viernes en el día de acción de gracias para los empleados y clientes de un supermercado sometido a un atraco. Rutina de llenar la despensa y echar un vistazo a las ofertas en congelados, bebidas y conservas, para acabar congelado del susto a manos de dos delincuentes de gatillo fácil. Mejor nos iría si el Halloween a la española, ya que es un invento, tuviera que ver con el espíritu primigenio de la celebración del nuevo año celta y derivara en rituales como los que consagran la primavera y los solsticios de verano e invierno. Pero mejor aún nos irá si el terror en el supermercado sólo lo vemos en telefilmes salpimentados por publicidades de politonos.

Ya sabemos que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en idéntico eufemismo. Durante más de medio año, desde el poder político se negó la crisis que se avecinaba y se constataba con datos oficiales. Ahora llevan meses negando la recesión, y los lugartenientes de Solbes rectifican cada semana los eufemismos que inútilmente plantan para suscitar confianza y negar el escenario de recesión en el que vivimos. Lo positivo es justo lo contrario: llamar a las cosas por su nombre abrevia la obligada catarsis para adaptarse y luchar contracorriente.

Como no hay dos sin tres, me temo una ración de paños calientes para minimizar el incremento de la actividad delictiva, en toda su gama de terrores y horrores. El narcotráfico y el menudeo, la economía sumergida y el trapicheo, no dan de comer ahora a todos los que quieren vivir fuera de la ley, porque en los aledaños de la marginalidad impera la ley de estar a dos velas y no llega el sobrante de la alegría consumista. Cada vez que una muerte sobresalte a la opinión pública, se hablará de hecho puntual. Pero lo más puntual fue la decisión de Jesús Gómez Palacios, un vecino más en la cola del supermercado a la hora de pagar, un policía corajudo a la hora de abortar un atraco de balazos. Duele matar vestido de paisano. Más duele no salir en defensa de las víctimas. Y tanto o más duele saber que quien te dispara estaba en libertad pese a que había cogido carrerilla de robos y al arsenal de armas que le confiscaron en julio. Con esos dolores convalece. Dolores que sí dan miedo a todos.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios