La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Aunque sea justa, da asco

Es una herida abierta que duele cuando desde Estrasburgo se dictan resoluciones como ésta

Buena semana de tribunales europeos y españoles. Por la mañana el Europeo de Derechos Humanos y al caer la tarde nuestro Supremo. Este último, además de dejar su credibilidad por los suelos, da gasolina a los podemitas que ya han convocado una concentración ante la sede del Supremo. Lo del tribunal de Estrasburgo permite comprender un poco mejor -aunque no se comparta- el Brexit o la eurofobia de los populistas de extrema derecha y extrema izquierda. Y hasta tientan. Pero -¡lejos de mí satanás populista!- no es cuestión de caer. Es preferible que la muy garantista España sea condenada por el muy garantista Estrasburgo a las calamidades seguras que la ruptura de Europa conllevaría.

Lo que no debe olvidarse es que España es uno de los países europeos menos condenados por Estrasburgo. Según las cifras de 2017 sólo el Reino Unido y Suecia tienen menos condenas que España, mientras que Italia las sextuplica, Alemania las triplica y Francia y Suiza las duplican. De acuerdo con estas cifras objetivas ni Otegi se puede permitir decir que "el Estado español es antidemocrático" ni Torra que "la Justicia española está cada vez más cuestionada en Europa". Mentira. No nos enfademos y acomplejemos incurriendo en el castizo "¡esto es un desastre!", "¡vaya país!" o "¡qué vergüenza!". Somos el país más dispuesto a dar por cierto lo peor que sobre él se diga. Pero es una debilidad masoquista que alguna vez deberemos superar.

Dicho lo cual es comprensible que cuanto favorezca a Otegi genere malestar y asquee, tenga o no razón -que la tiene- Estrasburgo y metiera la pata o no -que la metió- la jueza española. El día en que se conocía la resolución de Estrasburgo, Otegi, de visita en la sede del Parlamento Europeo, se negaba una vez más a condenar a ETA. También ese día Gara publicaba que ETA, en los días previos a su disolución (yo más bien diría blanqueo), reconocía haber cometido 758 asesinatos ("acciones armadas los llama", como siguen haciendo sus secuaces políticos) de los 850 que se le imputan; y asumía la autoría de algunos que hasta ahora negaba, como el de la cafetería de la calle del Correo (Madrid, 1974, 13 víctimas). Y a fecha de hoy sigue sin ayudar al esclarecimiento de los más de 300 asesinatos sin resolver. Por lo tanto se trata de una herida abierta que duele cuando desde Estrasburgo se dictan resoluciones como ésta. Aunque sea justa, da asco.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios