Vamos a ver cómo amanece este penúltimo viernes de octubre, pero pintar, lo que se dice pintar, pinta horrible. La oleada vírica prevista para otoño llegó con desmesura y antes de tiempo. Dicen que los excesos estivales han sido los culpables de que esto se haya ido de las manos otra vez. Se le fue a los desmañados mandarines que nos manejan cuando se anunciaba la primavera y ha vuelto a escapársele como se escapa el agua entre los dedos. La culpa es de los jóvenes, dicen los que opinan de todo sin saber de casi nada, pero es que la juventud no querrá que se les vaya la ocasión de ejercer de jóvenes. La juventud se pasa una vez en la vida y lo cierto es que no le damos la importancia que tiene hasta que la vemos como un tesoro que se fue para no volver. Hoy, como viernes que es, iremos al Señor para rogarle que, al menos, nos quedemos como estamos... o estábamos.
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