Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

La más larga

EL éxito rápido, como el dinero fácil, portan una bacteria destructiva en sí mismos, que puede permanecer durmiente indefinidamente, o bien multiplicarse hasta destruir al fugaz afortunado. Fue bonito mientras duró, engordar para reventar y otros pocos dichos populares recuerdan esta semilla del mal de cualquier esplendor en la hierba. Las fiestas populares en un mundo low cost y democrático que te mueres, en el que la diversión en la calle es un derecho inalienable de todos y cada uno, cualquiera sea su situación -lo dicho: es un derecho-, y comportándose cada cual como estime oportuno sin importar mucho cuánto molestas a otros -lo dicho: es democrático- están en no pocos casos en claro riesgo de morir de éxito y constituir un problema de orden público difícil de controlar, si es que no son ya desde hace tiempo zombis maquillados. Los gobernantes no pueden suplir la falta de sentido común y de educación de la gente, aunque es cierto que presumir oficialmente de cientos de miles de participantes ha contribuido a la degeneración de lo que fue bello y popular, y que también por eso haya mutado hacia algo que quizá ya no tenga marcha atrás, sino hacia adelante, y hasta despeñarse.

Algo equivalente sucede con los ciclos económicos, que emanan claras trazas de ser cada vez más cortos, lo cual no deja de ser lógico en un mundo sobrepoblado y con enorme peso de la economía puramente financiera. De la cima a la sima en pocos años, y vuelta a empezar, dejando muchos cadáveres en el camino y unos pocos enriquecidos de solemnidad. En los momentos de exuberancia, se dan ciertos síntomas de ostentación que pueden ser estudiados en una serie histórica larga, y relacionar dichos síntomas con las crisis económicas. The Economist nos ha recordado esta semana que el mundo puede estar de nuevo sufriendo la llamada Maldición del rascacielos. Es comprobable que, desde principios del siglo XX, la erección de rascacielos a lo largo del mundo coincide con periodos de crisis: el Metropolitan Life Tower en Nueva York en 1908, que precedió a una recesión; el Empire Estate coincidente con la Depresión del 29; las Petronas en Malasia con la gran crisis asiática a finales de los noventa; ahora hay en construcción varios rascacielos desquiciados en China o Dubai. ¿Precederán a una crisis localizada o global? Esperemos que la maldición no aceche. Y que sólo se trate de la confirmación de que la plutocracia -y más la de los nuevos ricos- tiende a querer perpetuarse demostrando que la tienen más larga, que su torre es un sustitutivo megalómano de aquello tan humano que ven por la mañana ante el espejo.

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