La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El legado de Martín Cartaya

Es el fotógrafo de la intrahistoria de Sevilla, el equivalente a lo que en palabras representó Galerín

Jesús Martín Cartaya, que ha coronado una vida ejemplar en muchos sentidos con el gesto ejemplar de donar su valiosísimo archivo fotográfico -estudiado y ordenado con ayuda del profesor Álvaro Pastor- a la Universidad de Sevilla, representa la grandeza, generosidad y libertad del diletante en la segunda acepción de la palabra: "que cultiva algún campo del saber como aficionado y no como profesional". Hay quien toma al diletante por un superficial aficionado, alguien sin formación que invade un campo del conocimiento careciendo de títulos legitimadores. Grave error. Diletante viene del italiano "dilettanti": nobles o acaudalados caballeros que en el Renacimiento cultivaban las artes, las letras y sobre todo la música por puro placer. La palabra se hizo tan universal que dio nombre a asociaciones como la Dilettante Society inglesa fundada en 1734 por nobles y académicos para fomentar el estudio de la cultura clásica y promocionar la creación o difusión de nuevas obras, óperas sobre todo.

Es en este noble y altruista sentido en el que Jesús Martín Cartaya ha sido un diletante de la fotografía. No ha vivido profesionalmente de ella, le ha dedicado su tiempo libre y su dinero con la libertad que la independencia de toda obligación o encargo le permitía. No teniendo fortuna personal, como los dilettanti italianos e ingleses del Renacimiento y el barroco, se ganó su libertad fotográfica trabajando en Cortefiel, "donde vendió las primeras chaquetas azules para el Domingo de Ramos a unas cuantas generaciones de jóvenes sevillanos", como escribe Álvaro Pastor en el prólogo del libro a él dedicado Sevilla. Memoria gráfica.

El mérito mayor de este gran hombre ha sido el de fotografiar lo que nadie fotografiaba. Los entornos humanos de los grandes acontecimientos sevillanos: no los pasos, los capillitas, los cofrades, el público; no solo el gran día de las procesiones, la vida íntima y diaria de la hermandad; no los monumentos, la transformación de la ciudad captada en mil detalles de la vida cotidiana; no los figurones, las figuras ilustres o populares… Eso que día a día teje la vida y Unamuno llamó intrahistoria. Sí, él es el fotógrafo de la intrahistoria de Sevilla, el equivalente en imágenes a lo que en palabras representó Agustín López Macías Galerín. Ahora, gracias a su generosa donación, su obra es patrimonio de la ciudad custodiado por su alma máter.

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