CUANDO la legalidad vigente se toma por el pito del sereno, las cosas no pueden funcionar debidamente. Y aquí, en este pobre país que aún se llama España, la legalidad vigente se observa sólo para según qué cosa. Así como en Cataluña se hace caso omiso de cuanto se ordena desde Madrid pasándose por el arco más o menos triunfal lo que decide el Supremo o el Constitucional, ayer con la salida de Arnaldo Otegui de la cárcel ha vuelto a tomarse a chacota lo que dice la Ley. Entre vítores y consignas proetarras ha sido recibido para un escarnio que los familiares de las víctimas han de soportar sin un perrito que les ladre. Familiares y también víctimas como ese Javier Rupérez que estuvo bajo la custodia de este canalla al que hoy homenajea un sector considerable del País Vasco bajo el estupor de todo un país incapaz de comprender lo incomprensible.