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Hablemos de educación

Javier Ros Pardo / Javierrospardo@ Hotmail.com

Dos lenguas europeas (por lo menos)

Europa es multilingüe. Una vez aceptada esta realidad tan imposible de cambiar, la Unión Europea y el Gobierno de España firmaron el compromiso de incluir de forma obligatoria en el currículum de la Enseñanza Secundaria y Bachiller, al menos dos idiomas extranjeros europeos, ofertándolos para escoger entre cuatro o cinco, como lo hacen desde antiguo la mayoría de sus naciones.

Curiosamente, nuestra Consejería de Educación asumió este compromiso, proponiendo en la ESO un segundo idioma para el alumnado que no tenía necesidades de refuerzo educativo en materias instrumentales, y como materia obligatoria en el Bachillerato. El año 2004 puso en marcha el Plan de Fomento del Plurilingüismo para mejorar el aprendizaje de idiomas de los andaluces, incrementando notablemente las plantillas de profesorado, y promoviendo con recursos y estímulos la formación en idiomas de los enseñantes de todos los niveles. En el reciente Proyecto de Decreto de Enseñanzas de Bachillerato, (BOJA del 10 de enero), la Secretaría General Técnica de la Consejería de Educación, somete a información pública su proyecto de Decreto. Su intención es conservar únicamente como primera lengua el Inglés, relegando a las demás a la categoría de optativas, lo que las condena casi a la extinción. Eso es un demoledor paso atrás si queremos equiparar los niveles de los niños andaluces con los del resto de Europa, una incoherencia surrealista.

La experiencia y la ley del mínimo esfuerzo ya nos lo explicaron: es más cómodo y atrayente sentarse ante el ordenador en el aula de informática, que estudiar los verbos de la lengua de Molière, o la complicada estructura gramatical de la de Goethe. Quiere ello decir que, por su condición de optativas, el francés, el alemán, el italiano o cualquier otra lengua quedarán en la cuneta como una opción propia de niños muy raros. El actual porcentaje -más bien bajito- de bachilleres capaces de manejarse en dos lenguas comunitarias, además de la suya, podría descender hasta en un 90 por ciento.

Si prospera tan demoledor Proyecto los afectados serán:

1º.- Los niños andaluces, cuyo nivel se sigue rebajando más y más, dejándolos sin posibilidad de equipararse al de los franceses o alemanes, quedando masivamente en desventaja respecto a ellos en el mercado laboral, y a la hora de participar en intercambios y proyectos europeos.

2º.- Los profesores de filología francesa, alemana, e italiana: los interinos irán a la calle, los que ya tienen plaza por oposición quedarán sin trabajo y se les obligará a impartir la asignatura optativa que se tercie, para la que no poseen ningún tipo de preparación. (Así podremos ver pronto a un especialista en italiano o francés impartiendo Música, Educación Cívica, Tecnología, jardinería o manualidades).

3º.- Los estudiantes universitarios de estas especialidades y los de traducción que verán reducidas sus expectativas laborales.

4º.- La cultura idiomática de los andaluces, que quedará por los suelos.

A la vista de lo anterior, urge impedir que tan demencial Proyecto pueda consumarse. En él deben aparecer la enseñanza de un segundo idioma como materia obligatoria y un tercero como optativa, al menos en la modalidad de Humanidades y Ciencias Sociales.

Sus autores pululan por Torre Triana, no aman los idiomas; parece que como nunca aprendieron ni uno quieren que los demás sean igual de tarados; son enemigos públicos de nuestra vocación europeísta, e insistimos, contradicen hasta las propias intenciones y políticas de la Consejería referidas al plurilingüismo.

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