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Ignacio / Martínez

La letra pequeña

CHARLES Pasqua fue un euroescéptico gaullista, xenófobo contenido, ministro del Interior en los gobiernos de Chirac y Balladur en los 80 y 90, que tenía un particular descaro. Cuando le cogían en un renuncio, repetía siempre una frase cínica, propia de un profesional de la política con muchos trienios: "las promesas sólo comprometen a quien se les cree". En estos tiempos tan complicados, el público se ha vuelto escéptico y es más difícil hacerlo comulgar con ruedas de molino, pero siempre cabe la trampa en la letra pequeña del contrato entre un político y sus electores.

Cuando Rajoy dijo solemnemente, por segunda vez después de su compromiso de 2011, que el PP bajaría impuestos, obvió un detalle de letra pequeña: un adelanto del impuesto de sociedades que en la práctica significa un sablazo a las empresas de 6.000 millones de euros. Un aumento. Cuando Rivera decía en plan duro que Ciudadanos no permitiría con sus votos que siguiera gobernando Rajoy, en la letra pequeña quería indicar que eso sería así sólo si sus votos eran decisivos. Como resulta que no lo son, se pueden hacer más flexibles o adaptables. Cuando Sánchez afirma que a día de hoy el PSOE no está por la labor de darle la investidura a Rajoy, pero que al final estará en la solución, casi no hay siquiera letra pequeña. Y cuando Iglesias sostiene que la aritmética permite un gobierno de progreso para el que tiende la mano al PSOE, la letra pequeña aclara que en esa suma va incluida la compañía de partidos de derechas de toda la vida, independentistas y alguno con una insoportable herencia de Familia siciliana.

La letra pequeña es peligrosa en todos los acuerdos privados y en los públicos multiplica riesgo. El contrato de compra de los derechos de Neymar estuvo lleno de falsedades para evitar pagar a terceros y a Hacienda. Se entiende que ahora el Barça lance una campaña en favor de su estrella Messi condenado por fraude fiscal. La letra pequeña de este asunto viene a decir, con el mismo cinismo de Pasqua, que al fin y al cabo todos engañamos al Fisco; o al menos que en el Barça es costumbre. Como en el caso del PSOE aquí la letra pequeña tiene mucho cuerpo; se entiende todo.

El bobo de David Cameron convocó un referéndum sobre la salida del Reino Unido de la UE, convencido de que la letra pequeña decía que no podría perder. Con esa confianza en el bolsillo, muchos cientos de miles de británicos fueron a darle un disgustillo a su endeble primer ministro, y se despertaron con la sorpresa de un error de interpretación. Cuando Theresa May nombra a Boris Johnson ministro de Exteriores y a Andrea Leadsom de Medio Ambiente, la letra pequeña dice que quiere a sus enemigos muy cerquita.

Otro detalle menudo bastante evidente es que con Boris en volante del barco que zarpa de puerto europeo, el Brexit va muy en serio. Esta promesa no la van a incumplir. Una pena.

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