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la tribuna

José Manuel Cabello González

La ley d'Hont es inocente

Acabamos de vivir una jornada electoral vital para nuestro futuro como país y los resultados finales están siendo interpretados por comentaristas, tertulianos y periodistas. Y aunque el objetivo de este artículo es otro, no me resisto a iniciarlo resumiendo en tres puntos mi análisis básico de los resultados:

1.- Debacle socialista por méritos propios.

2.-Mayoría absoluta del PP conseguida por deméritos ajenos y por la propia ley electoral, como ahora veremos.

3.- El gran ascenso de dos partidos minoritarios que la injusta ley electoral no permite consolidar. Repasemos algunos datos sangrantes: UPyD con 1.140.202 votos ha obtenido 5 escaños mientras que Amaiur con 333.095 votos ha obtenido 7. Es decir, que UPyD le ha costado cada escaño 228.048 votos mientras que a Amaiur sólo 47.661. ¿De verdad que un filoetarra debe contar casi cinco veces más que un votante de UPyD de provincias sureñas? Asimismo, IU con 1.680.810 votos obtiene 11 escaños mientras que CiU con 1.014.263 votos obtiene 16 escaños. Por tanto, a IU le ha costado cada escaño 152.801 votos mientras que a CiU le ha bastado con 58.230.

Pero lo que me causa sorpresa, y de esto quiero escribir hoy, es la insistencia de muchos comentaristas y tertulianos en culpar a la ley d'Hont de tamaña injusticia. Y he decidido salir en defensa de una ley que es tan justa o tan injusta como otra cualquiera que pretenda asignar restos de votos, y en cualquier caso, la que menos peso tiene dentro de las tres razones que entiendo distorsionan la máxima de un hombre un voto. Pasemos a comentar estas razones por orden de importancia.

1.- La circunscripción electoral provincial. Esto quiere decir que la provincia es la unidad en la que se reparten los escaños, de manera que si un partido no llega a obtener representación en la provincia, todos sus votos se pierden. En España no se realiza una elección presidencial, sino 54 elecciones independientes. Así, en el caso más extremo de Ceuta y Melilla, donde se elige un solo diputado, todo aquel que no vote al ganador tirará cuidadosamente su voto a la papelera. Cuanto más pequeñas y numerosas son las circunscripciones, más restos se quedan en el reparto. Es por ello por lo que los partidos minoritarios sólo consiguen representación en las provincias más pobladas.

2.- La asignación de escaños por provincias. El precio en votos que tiene un escaño difiere mucho de una provincia a otra. Así, en Madrid si dividimos su censo electoral por los 36 diputados que elige, cada diputado necesita la friolera de 125.000 votos, mientras que en Soria haciendo la misma operación, sale cada diputado a poco más de 35.000 votos.

En la tabla adjunta realizamos la simulación del resultado electoral si se utilizara la circunscripción nacional. De esta manera, eliminamos el desequilibrio originado por las dos razones anteriores. En dicha tabla, en las tres primeras columnas se recogen los resultados obtenidos por cada partido, en las dos siguientes se reparten los escaños por provincias (el procedimiento actual) y en las dos últimas se presenta el reparto de escaños calculado como si sólo hubiese una circunscripción (la nacional). En ambos casos, se ha utilizado la ley d'Hont y, sin embargo, ya se han eliminado las grandes diferencias de coste del escaño a cada partido político. En este caso, el PP perdería la mayoría absoluta, IU conseguiría 25 diputados y UPyD 17. Por su lado, Amaiur se tendría que conformar con 5, ¡que digo yo que ya está bien!

3.- Por último, la propia ley d'Hont. Una ley cuyo objetivo es repartir los restos de votos. En estos métodos de aproximación a un número entero, siempre vamos a cometer errores, pues de momento los escaños no se pueden dividir. ¿Cómo funciona la ley? Veamos el ejemplo de la provincia de Málaga.

Se tienen en cuenta las candidaturas que superan el 3% de los votos. PP, PSOE, IU y UPyD. Se realiza una tabla en la que en la primera línea se sitúan los votos recibidos por cada candidatura, en la siguiente dichos votos divididos por dos, la siguiente se dividen los votos por tres y, así, hasta la fila diez (los escaños a repartir). Las diez cifras más altas del cuadro dan derecho a un diputado.

Siguiendo este procedimiento, el PP se adjudica sus 6 escaños por 59.517 votos cada uno. El PSOE lo hace con un coste de 75.558. IU se adjudica uno con 64.822 votos y UPyD no se adjudica ninguno. Por tanto, en la elección de la provincia de Málaga el PP no pierde ningún voto, el PSOE 48.125 (16.042 de coste extra con respecto al PP por los tres adjudicados), IU tira 5.306 votos y UPyD pierde todos sus votos (40.315) por la alcantarilla electoral.

Pero, ¿cuál es el motivo para utilizar una ley electoral tan injusta? Pues oficialmente son dos, el primero favorecer las mayorías y evitar la proliferación de partidos pequeños. Pero, claro, esto automáticamente favorece a los grandes partidos ya establecidos y dificulta el ascenso de los nuevos. La segunda razón es la representación territorial, pues se supone que los diputados van a defender los intereses de la provincia por la que salen elegidos. Pero, digo yo, si la realidad es que votan disciplinadamente lo que diga el partido, ¿qué más da de dónde sea el diputado? Así que si no cambiamos el funcionamiento interno de los partidos, el mejor sistema sería un diputado por partido con un voto igual al porcentaje conseguido. Matemáticamente sería incuestionable y ¿os imagináis el ahorro?

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