EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

La leyenda de los Magos

Cuántos reyes magos más o menos carnavalescos ve un niño durante la Navidad? Docenas, incluso centenares, y casi todos ellos son ridículos y lamentables y hacen muy mal su trabajo, cosa que debería estar penada por una ley de defensa de los derechos de la imaginación (una ley cada vez más necesari a, dicho sea de paso). Hay bomberos disfrazados de rey mago, y vendedores de supermercado, y carniceros, y hasta políticos locales, pero ninguno se da cuenta de que el verdadero rey mago debe ser invisible y no aparecer jamás. En la noche de Reyes, el rey mago es un relincho lejano de caballo, quizá unos susurros en el aire, quizá un ruido desconocido en el balcón, quizá un corazón que late demasiado deprisa. Y nada más. Algunos de nosotros tuvimos la suerte de vivir una emoción así en nuestra lejana infancia, al menos entre los cinco y los ocho años, pero ahora esto se ha vuelto imposible. Incluso un niño de cuatro años, por muy cándido que sea, tiene que darse cuenta de que todo es una triste engañifa comercial.

No hay nada más hermoso que el asombro esperanzado ante lo desconocido, como ocurre cuando un niño se sumerge por primera vez en un libro (yo lo veo en mi hijo cuando empieza a leer un Tintín). Y eso es lo que pasaba con la leyenda de los Reyes Magos mientras los niños tuvieron la posibilidad de imaginar y de dejarse engañar. Pero ahora ningún niño puede soportar el bombardeo de reyes enmascarados con una barba falsa que ni siquiera se atrevería a ponerse el Dioni, aquel guarda jurado que desapareció con el dinero de un furgón blindado y acabó haciéndose la cirugía estética en el Brasil. La imaginación de un niño es capaz de cualquier cosa, pero hay que dejar que trabaje sola. Si yo fuera niño, pediría una ley contra los abusos comerciales que se cometen en nombre de los Reyes Magos. Y exigiría penas severas contra los adultos que echan a perder la ilusión (un año de encierro en Marina d´Or, por ejemplo, escuchando a todas horas a Julio Iglesias y Nino Bravo). Ni un solo rey mago podría verse hasta el día de la Cabalgata. Ni uno solo.

La leyenda de los Magos, con su largo viaje hacia una aldea perdida en el oeste del mundo -o de lo que entonces era el mundo- es una de las mayores creaciones de la imaginación humana. Los antiguos creían que la vida muere y renace y vuelve a morir y a renacer, igual que la noche y el día, los inviernos y los veranos, la vejez y la infancia. Y así los Magos renacen en la noche de la Epifanía, que es una noche de encantamientos en la que todo es posible. De todos esos mitos nos llegó muy poco, apenas un resplandor muy tenue, pero algunos de nosotros tuvimos la suerte de alcanzar a verlo. Y es una lástima que los niños de ahora no tengan posibilidades de atisbarlo en ningún sitio.

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