¿Más libros, más libres?

EDITOR DE LA 'REVISTA MERCURIO'

La Feria del Libro de Sevilla llega tardía y otoñal a su cita. La Plaza Nueva se convierte en ágora y bazar de libros. Menudean por el entorno las clásicas estampas. Amigos editores. Ojerosos periodistas culturales. Firmas de postín en las casetas. Firmas sin un libro que firmar. Presentaciones de novedades. Coloquios. Saludos y reencuentros. Evasiones y disimulos para no saludar, etc. La Feria no deja de ser un bestiario reconocible. Entre los escritores los hay brillantes y generosos; pero no faltan nunca los plastas, los ególatras, los taimados y los pudridores. Tampoco suele faltar la panoplia de imprescindibles: frikis, locuelos quijotescos y admiradores de autores que a menudo son más admirables que los autores. Indigentes, tronados y borrachines también reclaman su espacio en el ágora público de los libros y propician a veces estampas rocambolescas.

El fin esencial de la Feria es vender libros. Los salmos dedicados a la lectura son prescindibles. Más libros no nos hacen más libres. A menudo nos hacen peores personas. Decía Steiner que las humanidades no humanizan. Recuerda en Jot Down el divertido Andrea Calamari que, en su declaración al fisco de 1925, Adolf Hitler anotó escritor en el casillero reservado a la profesión. Su edecán Goebbels era un finísimo lector. En el bibliocausto nazi de 1933 se quemaron obras de 5.500 autores (Heidegger participó en la gran barbacoa al pedir que se quemaran todos los libros de Hüsserl). Ya Platón, reacio a los poetas (y tal vez con razón), quemó los libros de Demócrito. Hipócrates de Cos prendió fuego a la biblioteca del Templo de la Salud de Cnido. Fray Diego Cisneros, fundador de la Universidad de Alcalá y promotor de la llamada Biblia Sacra Polyglota, quemó todo rastro de los moriscos de Granada.

Del ayer remoto a hoy humean las colosales piras de libros. San Pablo, el mejor agente literario jamás conocido, destruyó la pagana Biblioteca de Éfeso. En el gran incendio de Bizancio del año 476 ardieron 120.000 manuscritos. En el 640 los árabes quemarán los apéndices persas. Entre los siglos XI y XIII los mongoles arrasaron millones de manuscritos en El Cairo y Bagdad. Icónica resultó la llamarada de la Biblioteca de Alejandría y más cercana nos resulta la destrucción de la Biblioteca de Sarajevo causada por "los criminales serbios" (lo leímos a la entrada del rehabilitado recinto).

La revista cultural y gratuita Mercurio, nacida en Sevilla, cumple justo ahora 23 años. Hemos leído mucho y reseñado mucho. También nos hemos quemado mucho, pero no hemos ardido (por ahora).

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