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Luis Chacón

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Nos lideran misses

Escuchar a nuestros líderes políticos transmite una desazonadora sensación de parvulario

No sé por qué, pero cada vez me viene más a la mente aquella escena de El dormilón de Woody Allen en la que, tras descongelarlo, lo proclaman Miss Montana y, conectado a una máquina que le lava el cerebro, asegura que usará su título para llevar la paz a todos los pueblos del mundo. Una típica pregunta de los añejos concursos de misses, pero con un despeluznado Woody Allen en el papel de joven reina de la belleza. Supongo que porque no es muy diferente de las habituales escenas que nuestros líderes nos regalan en sus comparecencias institucionales. Entre los momentos Miss Montana y los propios del protagonista de Este chico es un demonio nos tienen mucho más entretenidos que gobernados. Porque defender que gestionan es propio de abuela entregada. Esas que ven un premio Nobel en el nieto que tiene siete años y te cuenta que ya sabe leer y escribir.

Escuchar a nuestros líderes políticos transmite una desazonadora sensación de parvulario. Su discurso oscila entre la rebeldía mal entendida, el desparpajo insolente, el enfado caprichoso y el pavo adolescente. Pero ni rastro de madurez. Y yo, que soy cascarrabias desde pequeño, ya es que no doy abasto. Son muy cansinos: la Huelga de Juguetes y el estudio sobré qué juguetes hay que comprar; los libros de recetas saludables y qué hay que comer y qué no; el ecologismo, el animalismo y el infantilismo de creer que la Naturaleza es como una película de Walt Disney con conejtos que cantan, a la vez que abominan de hadas y princesas; las verraqueras de los que no les gusta la iluminación, la Cabalgata, la bandera o los desfiles; los tacos forzados y las sobreactuaciones; la incesante producción de neologismos incomprensibles y los mensajes melifluos y rebuscados que no soportan el más mínimo análisis, no ya político, sino siquiera sintáctico. Y sobre todo ello, las peleítas de patio y placeta y el pueril no me junto.

La situación es delirante. Si viviéramos una época de estabilidad social y crecimiento económico, es muy posible que nos diera igual, pero sufrimos la mayor crisis en décadas y la pandemia, que nunca sabemos si controlamos o nos controla, complica y endurece presente y futuro. No es que pida un líder que a lo Winston Churchill nos hable claro y nos prometa «sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor» hasta conseguir salir de este atolladero, pero, al menos, que demuestren tener el Graduado, como diría Chiquito de la Calzada.

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