FERIA Toros en Sevilla hoy en directo | Morante, Castella y Rufo en la Maestranza

BUCEANDO por el inmenso océano que se nos abre ante nuestros ojos gracias a internet me lo encontré. Debía rondar los 30 y era moreno. Una perfectamente informal barba enmarcaba su rostro y resaltaba sus almendrados ojos. Sobre la cama, con el torso desnudo y las sábanas revueltas, el muchacho en cuestión lucía orgulloso unos modernos calzoncillos. Después de lo leído, una imagen con leves tintes eróticos habrá saltado a vuestras obscenas mentes -ay, la primavera y su revolución hormonal- pero he de deciros que os habéis precipitado.

No se trata de la contraportada de alguna revista femenina en la que aparentosos modelos invitan a soñar despiertas. El de la barba -según los expertos, en vías de extinción- y el pecho al descubierto es el protagonista de una campaña publicitaria, sí, pero no una al uso. Su imagen pertenece a los spots que la marca Aerie, conocida por repudiar al archienemigo de lo natural y aliado de los cardos borriqueros, el Photoshop, acaba de lanzar. ¿Cómo se os queda el cuerpo?

Como con todo en la vida, la campaña cuenta con partidarios y detractores. Lo de los defensores me lo espero, el que le pongan pegas, no. Resulta que abanderamos la causa cuando no queremos que un palo de escoba nos venda un biquini y ponemos el grito en el cielo si a Beyonce le ponen la cara como si acabara de nacer y el cuerpo como si la piel de naranja sólo fuese lo que tiramos a la basura cuando nos hacemos un zumo. La cosa cambia si en lugar de ver a Nadal marcando atributos nos toca contemplar al Oso Yogui en paños menores.

Pues claro que cambia. Pero, si luchamos porque en los medios y en la publicidad se refleje lo real, también debemos abogar porque aparezca el calvo, el gordo, el peludo, el bajito y hasta el de la boca torcida. Porque, no sólo hay que protestar se a Inma Cuesta le afilan el rostro en una revista, también deberíamos crear la liga del michelín varonil y el escuadrón del pelo en el pecho, porque es lo que hay y porque, en el fondo, es lo que nos mola.

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