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el periscopio

José / Ignacio / Rufino

Mis líos europeos

SARA Carbonero, tras la final de la Eurocopa, consiguió en Ucrania lo que parecía imposible: que el presidente Rajoy respondiera a preguntas de otro ser humano en frente de una cámara, sea periodista o parlamentario. Gracias, Sara. Lo más significativo de la entrevista exprés fue que Rajoy desconocía su agenda del día siguiente -o pasaba de revelarla a Carbonero-, pero sí daba por cierto que él seguiría en sus "líos europeos". En sus cosillas de jefe del Gobierno de un país que es un flan y es una bomba. Unos líos de verdad embrollados los de Mariano y, por ende, los de todos nosotros.

La alegría en casa del pobre -el redivivo pobre hispánico- dura poco. Cuando parecía que la crisis de liquidez española se resolvería poco a poco, ahuyentando los vapuleos de los inversores, resucitando a nuestros bancos con el menor daño al déficit y a la deuda pública, poniendo a dieta a la prima de riesgo… de pronto, de nuevo el bajonazo. Como titulaba este periódico ayer, la confianza se evapora. El motivo está, según Rajoy, en que la UE y su banco central son lentos y ortopédicos en sus movimientos y en la implantación de decisiones, ya de por sí costosas y aguerridas. Tiene razón, pero eso ya lo sabíamos. Nosotros tenemos una prisa que los demás no tienen. Y, de paso, siguen apretando, porque nos tienen bien agarrados por el arco.

Para que se produzca la capitalización directa de la banca con fondos aportados por los Estados miembros, debe existir un supervisor único comunitario, que no fraguará hasta al menos un año, quizá dos. Otro tiempo imprevisto que perdemos en la necesaria reestructuración del sector bancario -fusiones, jibarizaciones y muertes de entidades-, gran reforma estructural donde las haya, y que resulta necesaria para que el crédito riegue las actividades empresariales. España recibirá el dinero por otros medios e instrumentos -evitemos aquí la sopa de siglas-, pero se verá obligada a garantizar como Estado los dineros aportados por nuestros socios. Nuestro gozo en un pozo: nuestra credibilidad, nuestra viabilidad presupuestaria pública, nuestra liquidez operativa como Estado y nuestra deuda se ven flageladas. Oh.

Con todo, la postura de Rajoy con su ministro de Exteriores de ariete es la mejor posible dadas las circunstancias. Pelear exigiendo lo pactado, en las condiciones menos leoninas y que menos afecten al ya de por sí complicado panorama financiero español. Sin la inyección europea rápida, a España le queda demasiado tiempo de sequedad y convulsiones como para que el futuro sea siquiera digno. La alternativa que se ofrece a España es, primero, ser avalista de sus bancos, vaya sapo. Segundo, Bruselas exige un "presupuesto convincente para 2013 y 2014". He ahí las "condiciones macroeconómicas" que no se nos iban a imponer según Guindos. Como se dice por estas latitudes, "no ni ná".

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