La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La otra lista de espera que provoca sonrojo

La otra vergonzosa lista de espera es la de los médicos que son plantados cada día por los pacientes

Asusana Díaz le dieron estopa en la campaña electoral a cuenta de las listas de espera en los hospitales andaluces. El candidato Moreno exhibió en los debates la documentación de casos concretos que eran un escándalo. La sanidad ha sido una de las grietas por las que se ha resentido la catedral socialista, hoy con el cimborrio andaluz hundido y amenazando toda la arquitectura. Las fotografías de pasillos colapsados son recurrentes e incontestables. Cualquiera con un teléfono móvil pone en jaque el prestigio de un sistema que, no nos engañemos, registra un elevado índice de buen funcionamiento. Una visión global del asunto y la experiencia personal de años revelan que la sanidad pública española es un motivo de orgullo para andaluces en particular y españoles en general, con independencia de episodios de saturación y fallos indeseados. Los contribuyentes, a los que siempre se les da la razón por defecto, no valoran a veces con justicia un sistema gratuito. Cada día se puede apreciar en los centros de salud un fenómeno que así lo demuestra: hay una gran cantidad de pacientes que no acuden a la cita concertada con el médico. La enfermera o el propio galeno llaman a los citados y, sencillamente, no comparecen. Hasta cinco o seis nombres voceados... y nadie. El vacío es la expresión de la falta de respeto y de consideración. Y así cada jornada. Es la otra lista de espera de la sanidad, la que forman los médicos que se quedan esperando a unos pacientes que no se han tomado la molestia de suspender la cita para dejar el hueco libre a otro usuario. Suele ocurrir: la gratuidad del servicio combinada con la mala educación tiene el efecto de una desconsideración propia de egoístas. Es muy fácil culpar a la Junta de los fallos del sistema. Lo difícil, lo impopular y lo desaconsejable por cualquier asesor de un político es recordarle al ciudadano que tiene tantos derechos como obligaciones. El sistema, en el fondo, tiene mimados a los usuarios, que se comportan como niños que sufren el síndrome del emperador. Se les da todo hecho, usan los servicios a su antojo y cambian de criterio cada dos minutos sin dar explicaciones. Una vez oí a un tabernero ilustrado que sería interesante crear un trypadvisor sobre los clientes. Los médicos podrían crear la lista negra de los pacientes que los dejan plantados una y otra vez. Produce sonrojo la cantinela con los nombres y apellidos sin que nadie responda. En cambio, haga usted esperar a un paciente y ya verá cómo comprueba aquello de que la auténtica fiera ruge en el tendido.

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