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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Las luchas cainitas

Si en el relevo de Beltrán Pérez en el PP hubiera razones de mala gestión municipal, no constan

Hace unas pocas semanas hubo relevo del titular al frente de la Delegación del Gobierno en Andalucía. La causa de la destitución no tuvo nada que ver con la calidad de la gestión que se había hecho en el organismo. Era algo mucho más simple: una parte del PSOE, la que representa a la Ejecutiva federal y a Pedro Sánchez, le enviaba el mensaje a la dirección socialista de Andalucía de que había empezado la operación para desbancar a Susana Díaz y preparar un nuevo candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía. Nadie buscó otra interpretación, porque no la había, y hoy nadie duda de que pronto tendremos primarias en la familia socialista. Que se utilizara un órgano del Estado como escenario de la lucha entre grupos enfrentados dentro de un partido pasa por ser lo lógico: los puestos están para dárselos a los amigos y castigar a los adversarios.

Esta semana ha pasado algo similar en el Ayuntamiento de Sevilla. Se ha puesto en marcha la operación para desalojar al que hasta ahora era el candidato del Partido Popular a la Alcaldía de Sevilla, el concejal Beltrán Pérez. Si hubiera razones objetivas de mala gestión del grupo municipal encargado de hacer la oposición al alcalde Juan Espadas se desconoce y, al menos públicamente, no han sido esgrimidas. Lo que ha ocurrido, simplemente, es que una facción del PP de Sevilla se impuso a otra en un congreso a cara de perro celebrado a finales de marzo. Beltrán se alineó con el bando perdedor y ahora los que ganaron le pasan la correspondiente factura. De nada sirve evaluar si era una buena opción del PP para intentar recuperar el sillón de mando en la Plaza Nueva. Pronto habrá otro candidato, que tendrá como legitimización de origen no su programa para Sevilla, sino su fidelidad a una determinada facción de su organización política.

Nada nuevo bajo el sol. Se cumple el axioma de que más allá de la categoría de enemigo está la de compañero de partido. Las luchas cainitas son el pan nuestro de cada día y son capaces de sobreponerse a cualquier otra circunstancia. Ahora mismo en Andalucía los socialistas han entrado en periodo de ebullición para sustituir a Susana Díaz y los populares que mandan en San Telmo se han metido en una guerra de guerrillas provinciales con el todopoderoso aparato que manda desde la calle Génova de Madrid. Calculen cuántas energías consumen estos pulsos en un escenario como el que atraviesa el país; en una situación de emergencia que ha destrozado desde hace ya más de un año cualquier atisbo de normalidad económica y social. Los ciudadanos asisten con indiferencia a estas trifulcas, pero el desapego por la política gana cada día terreno y la distancia con los políticos es abisal. ¿A alguien le extraña?

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