Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Los lujos de Sevilla

Sevilla afronta esta crisis en mejores condiciones que en otras que han marcado para mal su historia reciente

Sevilla no está para lujos. Todo lo contrario. En el tiempo que le va a tocar vivir tendrá que administrar con mucha sabiduría las energías que tiene, que no son pocas, y no podrá dejarse arrastrar por inercias enquistadas en el alma de una parte de la ciudad que han demostrado ser letales a lo largo de nuestra historia más reciente. La primera tentación de la que debe huir es la del derrotismo. Sevilla llega a esta crisis en muchas mejores condiciones que en otras que la marcaron para mal a lo largo de los dos últimos siglos. Las infraestructuras básicas son difícilmente mejorables: la comunicación ferroviaria con Madrid y con otras capitales andaluzas a través de líneas de alta velocidad, un aeropuerto que satisface las necesidades de comunicaciones internacionales y que ha sido un ejemplo de buena gestión en los últimos años y autovías que la conectan con el resto de la región y del país. Bien es cierto que este modelo de infraestructuras, heredado de la Expo 92, no da mucho más de sí y necesita que una puesta al día. Pero básicamente sitúa a Sevilla a la altura de cualquier capital española o europea, algo que nunca había pasado. Tenemos tres universidades, dos públicas y una privada,que han aumentado la producción científica y han hecho un esfuerzo para conectarse con el mundo de la empresa y de la sociedad. El Parque Tecnológico de Cartuja se ha demostrado una mina de innovación y talento con mucho potencial todavía por desarrollar y alberga empresas punteras en sectores con futuro. El Puerto se ha modernizado y compite con los de su entorno... Y podríamos seguir. Queda mucho por hacer, pero no partimos de tan bajo como en otras ocasiones.

La segunda tentación que hay que apartar es minusvalorar y despreciar lo que se había hecho en la ciudad hasta que la pandemia la atropelló y lo paró todo. Sevilla ha logrado situar su marca en los mercados internacionales como un destino lleno de atractivos y -muy importante- ha desarrollado en estos años un conjunto de empresas turísticas, tanto en su planta hotelera como en el resto de los servicios asociados al sector, principalmente la hostelería, que son las responsables de que la ciudad haya podido mantener en los últimos años un altísimo número de visitantes. Despreciar el turismo sería un error mayúsculo, porque volverá. Quizás no como lo conocimos hasta hace pocos meses, pero será una fuente de riqueza para Sevilla.

Nadie puede dudar de que vienen tiempos no sólo malos, sino peores. Pero, a diferencia de otras veces, ahora sí hay una base sólida para empezar a construir. Sevilla no puede caer en el conformismo y la desidia ombliguista que tanto daño le ha hecho. Ése es el lujo que de ninguna forma puede permitirse.

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