La tribuna

Jorge Rodriguez Mancera

La luz de la esperanza y el cambio

RATIFICANDO el favoritismo de las encuestas, Obama se apuntó el triunfo mas significativo en más de dos siglos de democracia norteamericana, no sólo por la contundencia de los resultados electorales, una ventaja de siete puntos en cerca de 120 millones de sufragantes con 53% de los votos totales, 68% de los delegados encargados de elegir formalmente al presidente, aumento notable de la ventaja de su partido demócrata en las dos corporaciones legislativas (56 escaños hasta el momento en el Senado contra 40 de los republicanos, muy cerca de la mayoría absoluta de 60, y 258 representantes contra 177 en la Cámara), sino por el significado de su elección para los EEUU y el mundo.

En primer lugar, por las características humanas del personaje: un afro descendiente, hijo de una mujer de raza blanca natural de Kansas y de un padre negro nacido en Kenia -quien lo abandonó a muy temprana edad-, criado en Indonesia hasta los diez años por su madre entonces casada con un indonesio y luego puesto al cuidado de sus abuelos blancos en Hawai, donde había nacido. Un negro de origen humilde, traumático y con enmarañado ancestro étnico, cultural y religioso, pero dotado de una inteligencia excepcional aquilatada en las mejores universidades de EEUU; un cum laude de Harvard en leyes, gracias al amor, esfuerzo y cuidado de esa abuela que no alcanzó, por pocas horas, a verlo con sus ojos abiertos y vivaces, ungido como presidente.

En segundo término, porque se trata del primer presidente negro en la historia de la primera potencia del planeta, un país donde la esclavitud se abolió en 1862, pero la condición humana de los negros estuvo en tela de juicio y sus derechos civiles desconocidos hasta la segunda mitad del siglo XX. Donde la segregación llegó a extremos tan crueles y aberrantes como los practicados por las sectas etnoreligiosas del Ku Klux Klan. Una elección que reivindica la raza primigenia de la humanidad y a África, el continente más olvidado, pero también rescata la desprestigiada democracia de EEUU, en especial después de la bochornosa elección de Bush con aquellos dudosos votos de Florida.

En tercer lugar, porque ofreció en su plan de gobierno propuestas para enfrentar temas de alcance mundial y de interés para todos los pobladores del planeta y no exclusivamente para EEUU, como el calentamiento global, la crisis energética, la grave crisis económica y financiera, los derechos humanos y laborales y la solución de los conflictos generados por su país en Iraq y Afganistán, entre otros. Porque planteó volver a ser un aliado y liderar la paz y la concordia entre las naciones y los pueblos, dejando atrás el odioso papel de policía del mundo.

Además, porque hizo una campaña nueva y refrescante, inteligente y moderna utilizando las últimas tecnologías de las comunicaciones e internet para llegar a los votantes e identificar sus necesidades, recibir sus preocupaciones y también las ayudas económicas indispensables para desarrollar una estrategia electoral por fuera del esquema financiero establecido, dentro del cual le hubiese sido imposible lograr el alcance y el impacto de la obamanía con su eslogan de Change, Yes We Can. Porque desplegó talento con elocuencia carismática en sus mensajes, pero con humildad, seriedad y aplomo. Porque jamás mostró resentimiento alguno por su condición de negro ni se descompuso ni alteró con los agravios e insultos recibidos por sus contrincantes y los fanáticos, radicales y extremistas republicanos.

Tanta paciencia y ecuanimidad impactó al mundo y persuadió a muchos de su condición de estadista y no revanchista. Como lo mostraron las imágenes transmitidas al mundo por los medios de comunicación, las calles y plazas se abarrotaron de gentes en tantas ciudades del planeta y se confundieron en un solo haz para escuchar sus primeras palabras como presidente electo. Allí se abrazaban, lloraban y gritaban negros, blancos, hispanos, asiáticos, indígenas, de distintas edades, credos y sexos, como expresión del sentimiento de unión generado por este joven líder quien con sólo dos años de senaduría se atrevió a lanzarse a conquistar la candidatura de su partido y luego desafiar y vencer a un veterano como McCain, símbolo de los halcones americanos.

Pero es claro que el nuevo presidente no la tiene fácil, y así lo hizo saber en su brillante discurso en la noche de su victoria. La herencia no puede ser peor: dos guerras, la mayor crisis económica luego de la gran depresión, un planeta en peligro por el cambio climático, la crisis energética, la pérdida de confianza y de los valores más preciados. Un legado de Bush con quien en mala hora se castigó a Gore por los devaneos de Clinton, a pesar de haber sido un buen presidente.

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