QUIÉN consiguió recrear este espacio de la Gloria?¿Quién consiguió conjugar de forma tal el brillo de la cera con los bordados, la plata con las flores?¿Quién pensó que este espacio irreal, umbrío entre los resplandores de la tarde, brillante entre las sombras de la noche, pudiera convertirse el rompimiento de la Gloria que ahora vemos?

Ninguno de nosotros podemos hacernos una idea de cómo será el paraíso recreado, la gloria prometida. Tan sólo se nos ha asegurado que allí disfrutaremos de la presencia del Padre, pero si está el que Es, también estará Ella, como la mujer del Apocalipsis, envuelta en esta bola de fuego en la que se convertirán en esta noche los reflejos de sus ojos.

Hoy, Miércoles Santo, es el día de la transparencia de Dios en estos palios que nos muestran a la Madre y que son algo más que monumentos gráciles y elegantes; mucho más que la superposición hermosa de elementos diversos, mucho más que un trono solemne, más que un altar, más que una obra de arte con el único fin de buscar asombro o sentimiento.

Hoy, entre las finas columnatas donde se muestran las historias más arcaicas, entre el encaje de la cera modelada, entre el olor a azahar, encontraremos un faro, un camino, una luz segura que nos guía en este viaje lleno de tormentas y sobresaltos.

Son un pequeño halo de esperanza en la absoluta oscuridad del negro mar, la constatación de que aún es posible parecernos a Dios, acercarnos a Dios, enternecernos como este Dios hecho de absoluta misericordia y belleza; de que aún es posible superar la zafiedad y la ordinariez; de que aún es posible vibrar las cuerdas del corazón con el entrechocar de los borlones, de que aún es posible, en esta sociedad donde el beneficio y el consumo son dioses inmisericordes, hallar un espacio hecho de generosidad y entrega colocados en medio de la ciudad, sin más razón para existir que la de ser un beso en las mejillas de la Madre de Dios.