La madre zurda

Esa madre poligonera hace lo que puede, perseguida por un fatum que también podríamos llamar injusticia social

01 de mayo 2023 - 01:45

María León sube la escalera con su hijo a cuestas, una Dolorosa a la que le ha nacido la cruz en sus propias entrañas. Esa imagen me humedeció los ojos, aunque no sea la serie (El hijo zurdo, premiada en Cannes, de Rafael Cobos y basada en la novela de Rosario Izquierdo) precisamente una exaltación del sacrificio como ejemplo, sino más bien un retrato sin desenfocar de la fragilidad de criar, la fragilidad de vivir, la fragilidad de querer a un extraño aunque lo hayas parido, aunque lo quieras hasta doler. Le hice decir a la madre de Jonás -sí, una novela que me tiene de autora, aunque no he venido a hablar de mi libro- que ella procuraba llevarse bien con ese señor joven que decía ser su hijo porque en sus adentros vivía ese bebé que ella sentía haber perdido y cuya única posibilidad de rescate era llevarse bien con el adulto que le servía de contenedor. La idea me vino en una conversación con otra madre talludita en un viaje a Marruecos, con Tres Culturas y las dos nos miramos completamente cómplices ante otra madre, aún joven, que disimulaba asombro y quién sabe si conmiseración. A León -a su personaje- el niño se le ha hecho un Alien por encima de lo previsible, más allá de esa cariñosa extrañeza con la que madres e hijos transitan por el afecto (entiéndase que hijas también, tal vez incluso con mayor complejidad). Una amiga hace años me contó que cuando la terapeuta de su hijo le recordó que el chaval tenía una edad difícil le replico: peor es la mía. Andaba ella, entonces, por la- postergada hoy crisis de los cuarenta y tantos, menopausia precoz y divorcio. No tanto, desde luego como la madre zurda del hijo zurdo, que es el corazón de la novela y de la serie: ella, su familia acomodada y su némesis, la madre del compinche del hijo (El Loco) un personajazo al que Tamara Casellas le ha dado carne y alma de manera prodigiosa, estricta, nada melodramática ni excesiva. Tanto la actriz, que encarna a Maru, como el director podían haberse puesto paternalistas -la choni analfabeta pero sabia frente a la pija aburrida, leída y neurótica- y remedar aun sin pretenderlo ese monumento al andaluz agrario e ignorante que construyó Pemán como oda a "la sencillez del pensamiento no contaminado" en su Séneca - llevado también a la tele de mi infancia -y que Javier Aristu en su último libro analiza con un bisturí tan certero como compasivo. Pero afortunadamente eso no ocurre ni en la serie ni en la novela de Izquierdo. Esa madre poligonera hace lo que puede con lo que tiene, perseguida por un fatum que también podríamos llamar injusticia social. Es otra madre. Que descubre que con querer no basta. Los ricos también lloran, pero las pobres además friegan escaleras. Gracias Cobos. La alegría es también descubrir inteligencia, crítica y honestidad en la ficción. Que es tantas veces el más fiel espejo de la realidad.

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