SUPONGAMOS que esa maestra a la que ve usted ahí, corrigiendo sus exámenes, tomándose una copa o yendo a misa (también entre los docentes hay de todo), da por buena la medida propuesta por José Antonio Marina y acepta que su salario quede condicionado a la satisfacción de objetivos, con tal de contribuir a la equiparación del sistema educativo español con la media europea en cuanto a resultados. Pero he aquí que la maestra levanta la mano, como hacen sus alumnos en clase, y pregunta: "Este curso la Administración me ha dado una vacante a doscientos kilómetros de mi casa. ¿Voy a percibir alguna compensación?". José Antonio Marina guarda silencio. "Es que, además, mi hijo de cinco años se queda en casa y tengo que pagar a alguien para que se encargue de él no pocas horas al día". Más silencio. "Bueno, los países con los que España quiere hacer converger su sistema educativo sí se hacen cargo de estas cosas". Marina, u otro tecnócrata cualquiera, ahora sí, respondería que el gasto (ojo: gasto) que el Gobierno español asume respecto a la educación pública no es menor que el de esos otros países. "Es que a lo mejor no es cuestión de gastar más sino de gestionar mejor. ¿A nadie se le ha ocurrido pensar que todo esto influye en el desempeño del oficio?". Silencio.

La maestra levanta otra vez la mano: "Este curso, con la entrada en vigor de la Lomce, tengo que impartir asignaturas nuevas que a lo mejor no se corresponden con mi formación. O tal vez tengo que impartirlas en inglés a alumnos que tienen el nivel de inglés que tienen. ¿Voy a disponer de algún refuerzo, material, formación?". Silencio. "Es decir, que si no tengo un CEP a mano, y ni aun así, me tengo que costear el reciclaje, ¿no?" Silencio. "O resulta que en mi centro hay un nivel de absentismo insostenible y me toca hacer de trabajadora social con los padres, ¿eso me lo pagan aparte?". Silencio. "¿Qué hay de cuando la Junta intentó algo parecido con el Plan de Calidad ofreciendo a los docentes una gratificación sólo con firmarlo? Nuestro claustro, como la mayoría, respondió que podían meterse los siete mil del ala en la rabadilla. ¿No podían invertir algo de aquella reserva para mejorar las cosas ahora?". Silencio.

La maestra explica: "Los docentes ya somos evaluados. Y si los objetivos no se cumplen, hay sanciones. Salvo, eso sí, que estés afilado a tal partido o tal sindicato. ¿Cuándo van a evaluar a las familias que creen que la responsable de educar a sus hijos es la escuela? ¿O al Gobierno, que ha desistido de su función de instrucción pública para fabricar mano de obra barata?". Silencio.

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