Crónica personal

Pilar Cernuda

De mal en peor

DICE Rubalcaba que se trata de un caso de Mortadelo y Filemón, y es evidente que las noticias que llegan sobre cómo se han hecho ciertos seguimientos merecen formar parte de los episodios detectivescos de esa peculiar pareja, pero asunto es mucho más grave. Mucho más grave para el PP: las venganzas personales han sobrepasado todos los límites de lo tolerable, hasta el punto de que Rajoy ha tenido que abandonar su eterna estrategia de dejar que sea el tiempo el que suavice e incluso solucione los problemas, y ha ordenado que se realice una información exhustiva de todo lo relacionado con la pelea por el poder en Madrid y en Caja Madrid, y se llegue hasta las últimas consecuencias a la hora de depurar responsabilidades. Responsabilidades políticas, que son las únicas en las que tienen competencias Rajoy y Cospedal.

No se entiende tanta locura, tanto desatino. No cabe en cabeza humana que políticos que hasta ahora habían demostrado sensatez, capacidad de gestión y coherencia hayan entrado en una dinámica de confrontación tan extrema que no es descartable el suicidio colectivo, que rueden importantes cabezas. Por no entrar en el perjuicio que están causando a su partido, a Rajoy, y a quienes dentro de un mes se van a jugar el tipo político en las elecciones autonómicas del País Vasco y de Galicia.

El espectáculo de Madrid traspasa el ámbito autonómico y se convierte en un problema de alcance nacional para el PP. Por eso Rajoy ha decidido tomar cartas en el asunto, aunque quizá lo ha hecho demasiado tarde.

Hay media docena de nombres en el candelero, pero sólo importan las consecuencias que el asunto puede tener para dos de ellos: Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón. A nadie se le escapa que los dos aspiran desde hace años a dar el salto a la política nacional, por eso su rivalidad es tan enconada, tan aguda, tan perjudicial para los dos; lo que habría que analizar ahora es cómo ven los militantes del PP a estas dos figuras, cómo queda su imagen tras estas historias de espionajes de poca monta pero de mucha enjundia política.

Los dos nombres, Aguirre y Gallardón, encabezaban la lista de los supuestos candidatos a sustituir a Mariano Rajoy si de aquí a junio el PP no lograba recuperar votos y ganar elecciones. Pero, visto lo visto y conocido lo conocido, cuesta creer que, ahora mismo, Gallardón o Aguirre logren más apoyos que Rajoy en el caso de que se plantee abrir el melón de la sucesión. Porque parece evidente que, hasta el momento, Rajoy no ha podido demostrar que sea capaz de ganar elecciones, pero ¿aceptaría el PP de buen grado a un candidato o candidata que en su deseo de imponerse frente al adversario no dude en llevar al partido a una situación límite?

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