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eduardo / jordá

D e mal en peor

UNA corrupta menos", "Me alegro un montón", "Jódete que te an (sic) pegado 4 tiros". Éstos son algunos de los comentarios que circulan en Twitter sobre el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco. No todos son así, por supuesto, pero pone los pelos de punta que se puedan escribir estas cosas sobre alguien a quien acaban de asesinar. Ya sabemos que los políticos tienen mala fama, pero convendría recordar que hay políticos que se juegan el tipo por hacer cumplir la ley en vez de adulterarla. Y algunos alcaldes de municipios costeros han sido asesinados por negarse a obedecer las órdenes de mafiosos que querían hacer un negocio sucio. Casi nadie conoce sus nombres y no se les ha dado la relevancia que se merecían, pero esos políticos que desmienten todos los tópicos de venalidad e ineficacia también existen.

Por desgracia, Isabel Carrasco pertenecía a la casta política que confirma los peores vicios que se asocian con ella. Porque la presidenta de la Diputación de León también era -y cito de carrerilla su currículum- "presidenta del Consorcio del aeropuerto leonés, del Instituto Leonés de Cultura y del Consorcio Provincial de Turismo, aparte de consejera de la antigua Caja España y de empresas participadas como Invergestión, Inmocaja, Viproelco o Tinsa, además de concejal del Ayuntamiento de León y presidenta del Consorcio Provincial para la gestión de Residuos". ¿Cuántos sueldos acumulados hay ahí? ¿Y cuántos organismos públicos que no sirven para nada pero que le cuestan un ojo de la cara al contribuyente? Y por si fuera poco, Isabel Carrasco tuvo un cargo político en la Junta de Castilla y León entre 1987 y 1991, pero ese mismo año volvió a su puesto de inspectora de Hacienda como "jefa de la unidad regional de inspección de las Grandes Empresas y del Patrimonio". Y lo que es peor, en 1995 regresó a la política como consejera de Economía y Hacienda. Siento mucho decirlo, pero este ir y venir de la política a la inspección de Hacienda y luego de nuevo a la política suena muy mal. O mejor dicho, apesta.

Nada de eso, insisto, justifica los insultos ni mucho menos los tiros, que quede claro. Pero la clase política debería reflexionar sobre estas cosas. ¿Es normal que una misma persona ocupe doce cargos públicos? ¿Y es normal que se pueda nombrar a dedo a la persona que investiga a las grandes fortunas? Para un ciudadano de a pie nada de esto es normal, y en cambio, todo esto es muy normal para la casta política. Mal vamos.

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