QUIEN no ha visto toros en El Puerto no sabe qué es una corrida de toros, dijo sentencioso José y ahí en la Real Plaza está perpetuada la frase en azulejo situado en su parte más noble. Y en esa tarde de viernes se estaba justificando el aserto con un Manzanares colosal y un Morante que escapa ya a todos los registros mientras Julio Aparicio paseaba su impotencia por la tarde portuense. Estratosférico Morante de la Puebla, qué forma de hacer el toreo mientras lo contemplaba silente y faraónico Curro Romero desde la barrera que ocupaba junto a la Duquesa, también silente y sin manifestarse ante la manifestación de arte del ribereño. Y cuando más celestial era la faena, el resbalón y la cornada. El arte era regado por la sangre del artífice y es que a estos elegidos sólo los cogen los toros toreando, con las plantas asentadas y los avíos viajando con lentitud. Cómo estaba toreando Morante en El Puerto...
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