Amanece domingo y la oferta lúdica es tan intensa que haría falta una gran agenda para que nada se nos quede atrás. Fútbol del que nos interesa con la guinda de un Madrid-Barça de incalculable importancia. Y en medio se trufa con una corrida con toreros muy queridos o interesantes. Todo está muy bien, la oferta tiene un tirón indudable, pero sepan que en mi lista, la prioridad es otra muy distinta. Ni toros ni fútbol, sino adentrarme de la mano de Raúl, mi nieto y en quien tengo puestas todas mis complacencias, en el mundo encantado de la ilusión. Desde que saqué los boletos para ver hoy La Bella y la Bestia en el teatro que Jesús Quintero sostiene en lo que fue cine Pathé, Raúl se metió en una cuenta atrás frenética para preguntar todos los días cuánto falta para que su abuelo lo lleve al teatro. Esta noche hasta habrá soñado con ese sueño real, seguro, y yo también.