ACUÑÓ Luis Aragonés una frase que quizá sea la más concluyente de cuantas parió en su vida. Ante una derrota con un rival teóricamente muy inferior, el de Hortaleza se defendió diciendo que en el fútbol del momento, el más tonto es capaz de hacer un reloj. Un reloj, añadió con el tiempo, que, además, puede dar la hora, un reloj que anda, vamos. Bueno, pues ha pasado el tiempo y podemos decir que este fútbol nuestro es un reloj hecho por personas entontecidas que cualquier día puede pararse. Otra vez una huelga revoloteando sobre la vertical de ese fútbol que parecía vivir en una burbuja inhoradable, otra vez...

Parece como si el fútbol fuese manejado por enemigos y la prueba está en ese triunvirato que está en todas las salsas y que componen como en una tétrica línea media Tebas-Astiazarán-Rubiales que no hace más que tirar piedras sobre su propio tejado y si Tebas no interviene, ahí está el secretario general de la Liga, el superpagado Carlos del Campo, para superarle en sus desvaríos. A todo esto, la Federación mira y se solaza viendo cómo ese órgano que nació contra su voluntad y con el que nunca jamás ha congeniado camina hacia el despeñadero. Hacia el despeñadero o hacia una situación confusa en la que no se sabe bien a qué juega cada cual.

La situación se hace insostenible mientras la enésima amenaza de huelga del tal Rubiales surge sobre un universo de treinta clubes en concurso de acreedores, sobre una ensalada de horarios que es como un obús a la línea de flotación del fútbol modesto y en la vertical de las declaraciones tan políticamente incorrectas de Jaume Roures, el mandarín auténtico del circo, al oficializar el trato favorable a los dos gigantes. Y a todo esto, ya hasta le cuentan a Del Bosque los minutos que utiliza a madridistas y barcelonistas en la selección. ¿En qué manos está el fútbol? Habrá que dudar de que quienes lo manejan sepan hacer un reloj que, además, dé la hora.