Bicheo por la TDT

fátima Díaz

Con las manos en la masa

SI algo tiene que conseguir un programa de los encuadrados en el formato factual, es poner la cara colorada a alguien; ya sea al protagonista, o al propio espectador, o a ambos. En el caso de In fraganti, en el canal Energy los fines de semana, en general todo es de vergüenza, y no ajena, que es lo peor.

El título original es Caught red danded, algo así como 'con las manos en la masa', pero no tan literal ni sabroso como el programa de Elena Santonja. Este espacio, educativo donde los haya, nos muestra cómo un grupo de agentes profesionales de seguridad acude a establecimientos afectados diariamente por tal cantidad de robos que su situación se ha vuelto insostenible. Cada episodio de media hora se centra en una única tienda, que va desde supermercados de barrio hasta negocios de discos o de muebles; en ellas desembarcan estos especialistas del hurto para hacerse con el control y resolver el problema de insolvencia a cuenta de los cacos.

Con unas cuantas cámaras repartidas por el local y un compañero infiltrado en la tienda que cubra los puntos muertos, vigilan a los clientes de forma incisiva para detectar comportamientos extraños o erráticos. Cuando avistan un robo, esperan a que el ladronzuelo salga por la puerta y lleve hasta el final su hurto para ir tras él y acompañarle a un cuartito donde pondrán las cartas sobre la mesa. Ya que están ahí, estos especialistas (autoproclamados, claro), en algunos sitios también llevan a cabo pruebas de honestidad al personal para comprobar si son los propios empleados, o no, los que roban a su empresa.

En mi opinión, equiparar el que se lleva un boli al que arrampla con todo lo que se le pone por delante, con estrategia y equipo de apoyo en la puerta incluido, es un monumental error. Y en In fraganti lo cometen sin el menor tapujo. Otro aspecto vergonzante, aunque efectivo televisivamente, es comprobar las reacciones de los chorizos. Los hay que entran en una espiral de negación absoluta teñida a veces incluso de indignación, con un cinismo que nos dejará a cuadros. Lo mejor son los que, con toda parsimonia, afirman que son clientes habituales y que este desliz sólo es cosa de un día. Vamos, que he visto varios programas y aún estoy esperando a que alguien confiese de primeras, visto que le han pillado y es mejor no liar más las cosas. Pero no, siempre sucumben cuando hay amenazas de arresto y similares, pero nadie suelta la confesión de entrada.

Visto lo visto, para colmo que son pillados con las manos en la masa, los espectadores nos mondamos de ellos desde el sofá de casa. ¿Hay peor condena?

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