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Un máster en cornetería

La Hispalense, la UPO y la Loyola han perdido la oportunidad de tener una lista de espera para una enseñanza de posgrado de máxima demanda

SEVILLA exporta la naranja que los operarios municipales recogen ante el desprecio de los sevillanos y con la que hacen la ginebra que luego se sirve en los veladores ilegales. Y exporta arroz de las marismas que el ministro Cañete, con hechuras de patero de cofradía pija, no se quiere cargar. Sevilla exporta también el patrimonio inmaterial del malaje de los camareros, aunque luego las encuestas de satisfacción dicen que los extranjeros valoran muy positivamente la hospitalidad del sevillano y de los profesionales de la hostelería, que eso deben ser encuestas cocinadas y no las de Ferraz o Génova. Sevilla exporta la matraca de las sevillanas sonando en bares de Extremadura, Asturias y Galicia, lugares que el viajero busca deseando oír justo lo contrario; exporta la Semana Santa adulterada, sofisticada y decadente de tal forma que ya ven la que está anunciada en Elche para el próximo noviembre. Nada menos que la primera edición del Máster Class de Corneta, que suena a tarjeta de crédito o a torneo de tenis con palcos VIP. El máster está impartido, evidentemente, por un corneta trianero y, cómo no, patrocinado por el área de cultura del Ayuntamiento ilicitano. Menuda se le ha escapado al rector de la Universidad de Sevilla, ahora que los matriculados en esas enseñanzas superiores se han disparado. Exportamos cornetería como exportamos liturgias rancias de pregones el Domingo de Pasión, que pone uno los informativos regionales y siempre salen pequeños resúmenes de pregones locales con los mismos tíos de chaqué, los mismos atriles, los mismos aspavientos y los mismos barandas detrás del tío que mueve los brazos como el monstruo del Castillo del Terror de la Calle del Infierno. Hemos hecho de Sevilla la tierra de los herederos del Brigada Rafael pero con trajes blancos. Una Semana Santa de hamburguesas Uranga y Gofres Belinda a la altura perfecta de una sociedad de consumo, de consumo de consumir sin conocer, de tragar sin paladear, de engullir sin saborear. Una Semana Santa donde apartarse de la corriente buenista del todo vale y todas son bonitas es ser tachado rápidamente de exquisito, elitista o avinagrado, con lo rico que está el vinagre en su justa cantidad mientras no sea de Módena. Si los costaleros de la Madrugada se reúnen en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla, por qué no meter aspirantes a cornetas en la Lonja cultural de Elche. Aquí lo que hay es que seguir pelando de ramas el árbol podrido de la Semana Santa. Exportemos por toda España el I Máster de Cofrades del PSOE, que eso sí que son equilibrios, con una mano juro el dogma de concepcionista y con la otra tararí que te vi, como los de escribir o retransimitir las cofradías escondiendo a Dios; el Curso Acelerado sobre Cofradías para Obispos Leadership School, que eso es como enseñar la tercera declinación del Griego; el Taller Profesional de Tíos del Carro, en el que, como se dice ahora, se ponga en valor la función del asalariado que porta los cirios de repuesto, las varas rotas y los ramos de flores que han ido entregando a la Virgen las hermandades amigas y, tachán tachán, el máster estrella que se le ha escapado a la Hispalense, a la UPO con su golpe de rector maniguetero de La Bofetá y hasta a la flamante Loyola: el Máster en Contabilidad de Nazarenos, patrocinado por el Consejo de Cofradías, naturalmente, y diseñado para los tontos que cuentan penitentes con todo rigor y con precisión de la NASA desde un balcón de la Campana, que hay que ser tonto en grado supino para contar nazarenos, que yo sólo conozco un tonto mayor en el antiguo Reino de Sevilla, que es el que cuenta veladores, lo conozco tela de bien porque me reúno con él casi a diario. Viendo que en un mes habrá titulados con el I Máster Class de Corneta, yo me voy a apuntar a un taller de periodismo cofrade donde me enseñen a abrir las páginas de los periódicos con los cambios de capataces como si fueran ministros de Rajoy, pero que tenga incluido el almuerzo, como el máster de las corcheas de Elche, a ver si a los postres cae un gofre. Belinda, por supuesto. Tócala otra vez.

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