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¿Quién mató a tu padre?

Nos cuesta menos cuestionar lo que hacen los demás que lo que pensamos nosotros mismos

Te acuerdas de la chica que nos presentó Lola, una que tenía el pelito corto? Pues ha matado al padre", me dijo, de golpe. Hubo un silencio largo a ambos lados del teléfono. "No entiendo nada -reaccioné, cuando pude-. ¿Cómo ha matado a su padre? ¿Se ha vuelto loca? ¿Lo tenía previsto? ¿Quién avisó a la Policía?". Reconstruyó el crimen: en el trabajo, la chica contrajo el coronavirus, y sin querer contagió a su padre, que enfermó y murió. Difícil levantar cabeza después de una tragedia como esta. Les cuento este hecho terrible a propósito de la archifamosa campaña del Ayuntamiento de Coria en la que, a tumba abierta (literalmente), no se apela a la responsabilidad individual, sino al miedo primero y último a la muerte. O peor aún: "Sólo odio a la muerte cuando la pienso en vosotros", escribió el poeta Julio Vélez. La salud y la vida de nuestros mayores nos tiene en vilo. No obstante, convendría sujetar las bridas y no disparar con el dedo a todo el que pasa por la calle: "Mira esa, con otra todos los mediodías en un velador", "así no salimos", "me parece fatal que hayas empezado a salir con una chica, ¡con la que está cayendo!". Igualmente riesgoso me parece ese otro discurso de "salvar la Navidad", pues hace temer que de aquí a unas semanas nos van a alentar temerariamente a la vieja nueva normalidad, como pasó en verano. Llevamos meses sembrando las calles de desconfianza a nuestros vecinos, de una presunción de culpabilidad que agria la vida. Nos cuesta menos cuestionar lo que hacen los demás que lo que hacemos y pensamos nosotros mismos. Cada cual piensa de sí que es moral, compensado, ¡cuán alto!, con ideas y comportamientos nítidos e infalibles, y que los demás son chirlachis descabezados. Por eso hay que asustarlos con campañas que acuden al terror más atávico. Cuando alguien da positivo en el test, también da, sin remedio, positivo en culpa. Hurgar, e invitar a hurgar en esa herida, en la parálisis por miedo irracional, en vez de apelar al raciocinio, el criterio y la responsabilidad de cada cual, es tratarnos como a un rebaño. Como a un rebaño de lobos.

El esfuerzo de apelar a la responsabilidad informada en vez de a la culpabilización a través de campañas de impacto habría de ser la segunda medida que debieran adoptar las autoridades. La primera es aplicar con criterio científico medidas proporcionadas y velar por su cumplimiento. Me cuesta comprender que a la puerta de un autobús guardemos metros de distancia y dentro vayamos juntitos porque se han reducido viajes; que a las seis cierren los comercios pero a las cinco haya una pelotera en la sección de ofertas, o que nos transmitan, con desquiciada intermitencia, mensajes de seguridad y de alto riesgo, o señales de salvamento de la economía y llamamientos a quedarse en casa. ¿Quién mató a tu padre? Amiga, no te culpes tan rápido. Ni creas la teoría de que él solo se murió.

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