SI me permiten un brindis antes de que nuestro paisano Antonio Garrido nos presente las campanadas desde la Puerta del Sol, quiero formularles uno de mis deseos para el inminente 2008, bisiesto y olímpico. En Sevilla siempre queda pendiente la tarea de favorecer en los barrios y barriadas la igualdad de oportunidades, a partir de una homogénea oferta de dotaciones y equipamientos. La calidad de vida bien entendida, a partir de la educación, la sanidad, los servicios sociales, el deporte y la ecología. Mucho cambiaría esta ciudad si el 80 por ciento del presupuesto (aunque sólo fuera el municipal) se destinara en favor del 80 por ciento de los sevillanos.

Semejante acto de justicia nunca es una demanda prioritaria de los llamados interlocutores sociales. En su mayor parte, representan sólo al 20 por ciento restante, están encantados de conocerse y jugar al tuya-mía. Sólo admiten el ingreso al club de la influencia si los candidatos al liderazgo se acomodan a ser uno de los nuestros.

Ese desequilibrio en los intereses creados es un embudo que frena el desarrollo de Sevilla. Así es bien difícil que sean noticia, por hechos positivos y meritorios, los habitantes de La Bachillera, El Tardón, La Barzola, Árbol Gordo, San Diego, Miraflores, Los Pajaritos, Los Príncipes, El Cerezo y tantos otros enclaves urbanos que no son llamados núcleos residenciales. En todas partes hay gentes buenas y malas. Pero unos tienen la fama y otros escardan la lana en desigualdad de condiciones. Una verdad extrapolable a todos los municipios de la provincia, corifeos confinados al protagonismo folclórico o macabro. Por eso me encantaría que en este 2008, bisiesto y olímpico, establezcamos un nuevo récord de sevillanos conocidos y valorados por sus méritos. Sevillanos de toda edad y condición que, desde el 1 de enero al 31 de diciembre, superan las dificultades estructurales y aportan su mérito para un mundo más justo, próspero y pacífico.

Feliz año para todos.