El médico virtual

El ser humano ha variado poco y sigue necesitando ser escuchado y sentir el contacto de una mano que le alivie el dolor

La posibilidad de realizar consultas médicas on line sin necesidad de la presencia física del médico es una aspiración de algunos gestores sanitarios que ven en ello la oportunidad de abaratar costes y prescindir de profesionales. También es una predicción de los amantes de las novelerías más que de las innovaciones, que aspiran a un mundo en el que no haga falta salir de casa ni relacionarse con nadie, a no ser que sea a través de las redes sociales.

Hace un año se publicó que los hospitales San Carlos de Madrid y el Clínico de Barcelona habían hecho un estudio de mil quinientos pacientes mediante tecnología de inteligencia artificial con un acierto diagnóstico del 91%. La noticia ha vuelto a los medios con un llamativo titular -el médico virtual le gana terreno al fonendoscopio- y se apoya en la afirmación de que en el 65% de los casos el médico no necesita tocar al paciente.

Hasta aquí, de acuerdo. Es indiscutible que gran parte del progreso de la medicina actual se debe a las nuevas tecnologías. Sería impensable en la práctica de hoy en día prescindir de pruebas como el TAC, la resonancia magnética o la ecografía, por citar sólo las técnicas más populares y solicitadas. Y para muchas de estas prácticas no siempre hace falta la presencia del médico junto al paciente; en ciertos casos, el galeno estudia una imagen en la pantalla de su ordenador y hace un diagnóstico sin haber visto al paciente. Un técnico realiza la prueba y el médico la informa.

Todo correcto y bendita la hora en que podemos disponer de estos elementos técnicos. Pero me acuerdo de Graham Green y su obra El factor humano, y de nuestro Gregorio Marañón cuando, viendo venir lo que venía con la llegada de los avances tecnológicos a la práctica médica, dejó escrito: "Bienvenidos sean todos los adelantos técnicos, pero el único instrumento imprescindible en una consulta médica es la silla. Siéntese y dígame qué le pasa. Prefiero prescindir de todos ellos antes que dejar de hablar cinco minutos con el enfermo". Parece que fue ayer, pero esto fue escrito en 1954, cuando no se disponía de ordenadores en las consultas ni existían las modernas técnicas diagnósticas. No obstante, el ser humano ha variado poco con el paso del tiempo y sigue necesitando ser escuchado, sentir el contacto de una mano que le alivie el dolor y que le anime a seguir viviendo.

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