Los mejores

¿Cuántos ciudadanos, hoy, ahora mismo, en Rusia, están en la cárcel o se juegan el trabajo y la vida por oponerse a la guerra?

La tradición -desde hace algo más de veinte años, no tan joven para la maestría que tenemos en Sevilla en convertir en rito algo que nos encaje- hace que hoy, San Fernando, sea el día de las distinciones, medallas e Hijos predilectos y adoptivos. La fiesta de los mejores o, matizando, la fiesta de la gratitud. El ayuntamiento, como voz de la ciudad, le da las gracias a los excelentes, que cuando lo bueno se ve, contagia. Este año -además de compañeros y personajes populares y muy queridos- hay una buena ristra de personas que dedican su vida al conocimiento y la divulgación. Lujazo. El conocimiento debe celebrarse y agradecerse, pero la capacidad de hacerlo común, la vocación de divulgación y el empeño en no convertir la sabiduría en un rasgo elitista es una virtud que como sociedad debemos aplaudir. Porque no todos los hacen. Pérez Escolano, Martínez Shaw, Cruces, Graciani, Pons o Fernández Vial no son solamente intelectuales de enorme prestigio y solvencia, sino que además saben y quieren compartir su conocimiento y lo hacen con la alegría de quien conoce su valor. El saber ocupa lugar, ya lo creo: el sitio desde donde nos salvamos o al menos tomamos decisiones con conocimiento de causa.

Todas las medallas y las Hijas Predilectas son merecidas y el gesto de solidaridad con el pueblo de Ucrania, nombrándolo hijo adoptivo de Sevilla de manera simbólica, más que necesario. Pero permitan que un día como hoy sienta la necesidad de recordar a quienes, invisibles y amordazados, no conocemos y que son seguramente doblemente víctimas de esta última guerra en Europa. Son los disidentes rusos, anulados por la brutal represión del gobierno de su país. Cientos de periodistas, miles de ciudadanos, como aquella mujer cuya imagen dio la vuelta al mundo, detenida por llevar un folio en blanco -a modo de bandera de la paz- en la plaza Roja de Moscú. El viernes pasado se cumplieron años de una imagen que aún hoy nos impacta. El escritor Dashiell Hammett aparecía esposado, junto al activista por los derechos humanos William Alphaeus Hunton, conducidos ambos a una prisión federal por negarse a colaborar con el Comité de actividades antiamericanas, dirigido por el siniestro senador Joseph McCarthy. El autor de El Halcón Maltés pasó seis meses en prisión, que se dice pronto, cuando podría haberse encogido de hombros o mantener una aséptica equidistancia, que algunos confunden con independencia. ¿Cuántos ciudadanos, hoy, ahora mismo, en Rusia, están en la cárcel o se juegan el trabajo y la vida por oponerse a la guerra? ¿Cuánto tardaremos en reconocer su valor, ayudarles, ponerles rostro y nombre?

Ojalá Europa, esa Europa que sigue creyendo en la convivencia y la igualdad no los olvide. Ellos merecen la medalla más valiosa de la democracia que queremos ser.

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