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PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

El melocotón no tiene la culpa

LOS tres mayores movimientos de población en la provincia de Sevilla durante estos días son debidos a las cosechas agrícolas del melocotón, a las bodas y comuniones, y al éxodo a las playas. Ni manifestaciones sindicales, ni evocaciones populistas del bicentenario antinapoleónico, ni homenajes a mayo del 68, de lo que se trata es de ganarse el jornal o de gastárselo. Pero ni una cosa ni otra se prodiga en muchos pueblos sevillanos por estar inmersos en la huelga del campo. Cuando se ponen de acuerdo 15 alcaldes, desde Peñaflor hasta Aznalcázar, para suscribir un comunicado conjunto en el que exigen "altura de miras" a la patronal agraria (Asaja y Asociafruit) y a los sindicatos (UGT y CCOO) para que cese de inmediato el conflicto, se firme el convenio y se ponga todo el mundo a trabajar, es que le han visto las orejas al lobo de la crisis galopante.

La campaña del melocotón, a efectos mediáticos, no tiene en Sevilla la fama de la aceituna, el algodón o los cítricos. Pero da trabajo a 50.000 personas, bien en las fincas bien en las naves de manipulación, y es de las frutas que más horas de trabajo genera en la provincia. Del exhorto de los alcaldes deduzco que ha aumentado el porcentaje de población autóctona dispuesta a meterse en faena agrícola (cedida en buena medida a los inmigrantes durante el boom inmobiliario), ahora que el sector de la construcción no les da trabajos mejor pagados y menos sufridos como los que han tenido durante años en el litoral o en el área metropolitana. Amén de tener en cuenta la necesidad de cubrir un número de peonadas para los subsidios.

No le echen la culpa al melocotón si se malquista en el árbol porque la próxima semana persista la huelga. Están en juego un millón y medio de peonadas y los ingresos derivados de su comercialización. En comarcas como La Vega, no hay alternativa a semejantes magnitudes. Menos aún con el bajonazo del andamio. Está la economía como para tirar por la borda nuestras cuotas de mercado nacional e internacional. El melocotón no tiene la culpa de estar en manos encantadas de odiarse mutuamente.

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