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El poliedro

José Ignacio Rufino / Economia&empleo@grupojoly.com

El menguante arsenal de Rajoy

La Europa comunitaria ha sido una experiencia de globalización tan benéfica antes como dolorosa ahora

LA Unión Europea ha sido una experiencia de globalización para España, y por supuesto para Andalucía, quizá incomparable a ninguna otra aventura exterior desde hace cinco siglos. El proyecto europeo comunitario; un matrimonio poligámico, plurinacional y multirregional que nos dio mucho y que ahora comienza a darnos acelerados bocados de realidad. Durante una época -más o menos dos décadas-, un experimento milagroso que nos ha dotado de un armazón y una seguridad institucional que no hubiéramos alcanzado por nosotros mismos. Nunca nos habríamos dotado por nuestra propia iniciativa y en tan corto espacio de tiempo de normativas tan avanzadas, por ejemplo, en materia medioambiental. Nunca hubiéramos conseguido tantos fondos para carreteras, depuradoras, cosechas sin frutos, polideportivos o cursillos de todo pelaje y utilidad… a cambio, no se olvide, de convertirnos en unos consumidores obedientes de productos de otros hermanos europeos de primer nivel. Unos hermanos que cambiaron paz (estabilidad y capacidad de consumo de los menos desarrollados, conseguidas a base de sus mayores aportaciones presupuestarias, esencialmente aportaciones alemanas) por territorios comerciales bastante cautivos. El euro nos acostumbró a jugar ese papel secundario en las relaciones de intercambio, pero también a comer salchichas en Berlín como auténticos patricios europeos, y a llevar por cualquier rincón del mundo una moneda quasi-franca en la billetera. Ahora nos vemos atrapados en la red de relaciones y dependencias en la que nos instalamos con mucho beneficio y mayor entusiasmo. Suele pasar: en las relaciones sociales, en el amor, y también en la gran política supranacional. Adiós, pasión; bienvenido sea el largo y recovecoso camino. Ahora toca cotizar.

La prueba más palmaria de que nos están poniendo en nuestro sitio de forma acelerada es el Directorio Merkozy, que por algún complejo histórico no nos atrevemos a llamar Directorio Alemán y punto: Francia pinta mucho menos, y su papel es de espantafantasmas, dado que sus problemas presupuestarios y de deuda no son muy distintos de los de los periféricos. Si la cosa sigue así, periféricos seremos todos. Las soluciones a la crisis mutante (fiscal, monetaria, financiera, bancaria, soberana… pongan el adjetivo que quieran, que razón tendrán) no están cerca de nuestra mano. La globalización europea ha limitado nuestra discrecionalidad política: Zapatero, de un día para otro y tras una llamada y un vuelo de ida y vuelta, tomó medidas diametralmente contrarias a sus principios. Rajoy carece no ya capacidad en política monetaria, sino que se va a encontrar con un abanico de posibles medidas de reducido espectro en política fiscal (en lo presupuestario, no sólo en materia de impuestos). Achtung, Mariano: recorta gasto público a base de bien, libera la contratación y el despido todo lo que puedas, y olvídate de invertir en obra civil hasta nueva orden. Por el otro lado de tu presupuesto, sube todo lo que puedas la recaudación fiscal menguante. Lo más claro, sube el IVA como mínimo hasta el 20%, hayas dicho lo que hayas dicho en la campaña. Dejamos a tu criterio si achatas el IRPF eliminando tramos, o si haces lo contrario gravando más a quien más tiene. Proclama a los cuatro vientos que vas a luchar contra el fraude fiscal… aunque sin aumentar y mejorar la tropa inspectora, y cuidado con quemar esa fuente de paz social que supone la economía sumergida en tu país.

Esta semana, las noticias sobre el futuro de Europa han sido para darse a la botella, pero puede que haya mucho de pelea de perros (mucho tarisco y poca sangre). En caso de que levantemos cabeza, el mejor escenario es que el euro se mantenga, que la política fiscal y monetaria común -siendo alemana- considere las necesidades financieras de los más expuestos a la crisis de la deuda soberana, como España, lo cual sí ha reclamado Rajoy. Ah, y exigir ya a la banca que se sanee y contraiga, y que paralelamente cumpla su función crediticia. Ése y no otro es el torniquete que necesita España.

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