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Con efecto

javier Mérida

Las mentiras del Betis y de nuevo el fantasma de Serra

RESTAN dos semanas para que la única verdad del fútbol, el balón, eche a rodar y el Betis sigue varado y desprendiendo un aroma a podredumbre que espanta. La impericia de su clase dirigente, que quizá sea docta en todo menos en balompié y en Betis, ha calado ya por ósmosis en varios de los que bajo su estrecho manto currelan, incluso en algunos de los que han pisado Heliópolis hace un cuarto de hora con argumento tan sólido pero banal en ocasiones como el de haber lucido la escarapela a rayas verdes y blancas sobre el pecho. Si cierto es que el club había perdido sus señas de identidad hasta la desfachatez en tiempos de Bosch, no lo es menos que ésta no se recupera con un ramillete de ex futbolistas a discreción. Y conste que alguno es muy válido.

Pero, al cabo, al bético lo que le interesa es el primer equipo y éste, a la fecha, es un desastre difícilmente remediable, máxime cuando se ve que los dineros que ya menudean se van a invertir en un solo futbolista al que, en base al billetaje, casi están obligando a venir.

Estepa ya largó intramuros que de 10 millones de euros para fichar, nada de nada. Y lo peor es que el club (consejeros y técnicos) ha perdido el tiempo desde marzo y, encima, ahora lleva un mes sin firmar a nadie y con descartes enquistados. Otros se ahuyentaron con el oro líquido que hoy falta, como el despido de algún arragocés de ésos que pululan erguidos por los pasillos.

Mas, desgraciadamente, la cara del Betis es idéntica y se transmite al exterior. El bético se saca el carné porque es barato y bonifica el del curso próximo, y porque se siente lo único sano y ve que sólo su ánimo puede evitar la tragedia. Pero siente grima. Y ve cómo los mandarines rollan una mentira tras otra.

Y encima oye de su entrenador de nuevo lo de que en noviembre no se asciende, como si él fuese a estar aquí en noviembre yendo el equipo sexto. Y Maíto ve la que se le viene en lo alto y, entre concurso y concurso, desempolva el peor de los fantasmas: ¿otra vez Serra?

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