La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

A merced de los gamberros

Al gamberro no le frena ni la educación ni el miedo a la autoridad, lo cual lo hace impune

Noche y madrugada de Halloween (antes de Todos los Santos). Seis autobuses dañados a huevazos y pedradas en Rochelambert y Los Bermejales, una marquesina rota, una conductora atendida tras sufrir un ataque de ansiedad… Todo por obra de gamberros en muchos casos menores de edad, es decir, inimputables. Si fueran mayores tampoco variarían mucho las cosas. Y no sólo se trata de Halloween y presunta marginalidad. Cada largo fin de semana -porque la cosa va de la noche del jueves al amanecer del sábado o del domingo- en una veintena de lugares no marginales de Sevilla cientos de niñatos tampoco marginales, la mayoría bachilleres y universitarios, hacen sus ruidosas y guarras botellonas en Viapol, San Leandro, Torre del Oro, Estación de Córdoba y márgenes del río, los Humeros, Pérez Galdós, Heliópolis o Campamento.

Es cierto que la plantilla policial está por debajo del 70% de la dotación prevista y que el envío de policías a Cataluña por la matraca que ya sabemos ha empeorado las cosas. Pero mucho más grave es que la educación de estos niñatos esté por debajo del 70% y hasta del 80%. Y que, no frenándoles la educación, tampoco el miedo a la autoridad lo haga. No tener educación ni miedo hace impune al gamberro. Por más policías que hubiera, ¿qué podrían hacer? ¿Multarlos? ¿Detenerlos? ¿Dispersarlos y si se resisten con violencia liarse a cachiporrazos y manguerazos? Todos sabemos que no. Intentarían disuadirlos y como no lo lograrían intentarían disuadir a los conductores de pasar por la turba borracha (me pasó hace muchos años -porque el problema es viejo- cuando la movida arrasaba el Arenal y la Policía desviaba el tráfico en Entradores en vez de echar a patadas a los niñatos). Y punto. Que no se les ocurra darles siquiera un empujoncito porque estallaría un altercado y una legión de juristas, pedagogos, opinadores y padres enfurecidos se les echarían encima. No olviden que vivimos en Impuneland, un país en el que se considera "desproporcionado" enviar a prisión preventiva a quienes han perpetrado un golpe de Estado independentista.

Nuestro magnífico Ayuntamiento, como otros anteriores andalucistas o populares que nunca han abordado en serio esta cuestión, afirma tener una "estrategia" para acabar con la botellona desde tres frentes: el policial, el educativo y la oferta de cultura y deporte como ocio alternativo. Y no se les escapa la carcajada cuando lo dicen.

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