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José Antonio Carrizosa

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La metamorfosis

Moreno ha pasado en cuatro años de ser un político amortizado a ser un referente nacional de su partido

Cuatro años hizo ayer, 18 de enero, que Juanma Moreno se convirtió en el primer presidente de la Junta de Andalucía que no milita en el PSOE. Su toma de posesión tuvo lugar en el Parlamento y revistió cierta sencillez: presencia de un representante del Gobierno central y discurso ante los diputados y unas pocas decenas de invitados. Nada que ver con lo sucedido tres años largos después. El 23 de julio del año pasado Moreno rubricó la mayoría absoluta conseguida en las urnas con un acto suntuoso, celebrado esta vez en el Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia, y organizado siguiendo los modos habituales en las tomas de posesión del presidente de los Estados Unidos en las escalinatas del Capitolio.

La distancia, no sólo temporal, entre un acto y otro es la que hay entre un político al que se consideraba amortizado e incapaz de romper las décadas de hegemonía socialista y la del mismo político convertido en uno de los principales líderes del centro derecha español, con pedigrí suficiente para, llegado el caso, poder optar a la Moncloa o a perpetuarse en la Junta al estilo del durante casi dos décadas indiscutido Manuel Chaves.

Esta metamorfosis del Juanma ninguneado incluso por los suyos al Juanma poderoso con una voz que se escucha en toda España es uno de los fenómenos políticos más interesantes que se han dado en el país en los últimos años. Tiene que ver con las expectativas ampliamente superadas -seguro que ni en sus mejores sueños las cosas se le ponían tan bien- y con las crisis de liderazgo que ha sufrido su partido tras la pérdida del Gobierno y la salida de Mariano Rajoy. Pero sobre todo, es el resultado del trabajo realizado por el propio Moreno, que ha sabido vestir el traje de presidente de la Junta mucho mejor de lo que hace cuatro años cualquiera hubiera imaginado.

El presidente andaluz ha acumulado prestigio proyectando una imagen moderada, coherente y pragmática. Lo demostró en la pasada legislatura durante la pandemia y ha reforzado los mismos atributos tras las elecciones del pasado junio. Como en todas las construcciones políticas también hay una fuerte dosis de propaganda y de marketing. La puesta en escena y la proyección mediática son hoy tan importantes como la gestión. Pero si no hubiera habido materia prima sobre la que actuar la cosa no habría salido como finalmente ha salido. Los liderazgos son difíciles de construir, pero mucho más difíciles todavía de consolidar.

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