Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

De miedo

La indignación provocada por la sentencia de 'la Manada' confirma que la sociedad se siente desprotegida

La indignación que ha sacudido a una buena parte de la sociedad española a cuenta de la sentencia contra los cinco jóvenes sevillanos que abusaron de una chica de 18 años en Pamplona, en los Sanfermines de hace dos años, tiene que ver con la creciente capacidad de movilización del feminismo. Pero sería miope reducirlo sólo a eso: tiene mucho más que ver con un profundo sentimiento de desprotección que ha arraigado en capas muy amplias de la población y que, aunque es especialmente sensible en temas de violencia sexual o agresiones a la infancia, también se manifiesta en casos de corrupción económica y una larga lista de delitos. Hay en España un sentimiento de que nuestro ordenamiento penal no responde a la gravedad de los comportamientos que tiene que combatir. Las reacciones que a izquierda y derecha ha provocado la sentencia de laManada parecen señalar que los políticos han empezado a tomar nota de que estamos llegando, también en este aspecto, a una situación socialmente peligrosa.

El feminismo es, sin duda, el movimiento social que con mayor fuerza está marcando el primer cuarto del siglo XXI. Lo hace con mucha más intensidad y éxito que el ecologismo y el animalismo, que lo acompañan como punta de lanza de un cambio muy profundo que está afectando a las mismas entrañas de la sociedad. Si tienen la suerte de que en su entorno haya jóvenes de entre 15 y 20 años y logran mantener alguna conversación de cierta profundidad con ellos, lo que no es fácil, lo comprenderán. El feminismo ha comenzado a cambiar ya muchas cosas que eran clichés sociales impropios de nuestra época, pero su empuje no ha hecho más que empezar. En España, además, que es un país que ha sido durante siglos paradigma del machismo, el fenómeno ha adquirido dimensiones que no se han visto en otros lugares del mundo desarrollado. La sentencia de laManada, caso con una enorme capacidad mediática y simbólica, era en este sentido una prueba de fuego que el feminismo no iba a dejar pasar. Las calles en pocas horas dieron la respuesta.

Pero el meollo de la cuestión, como decíamos más arriba, no es sólo éste. La presión social del feminismo viene a coincidir con un sentimiento claro de desprotección. Hoy los padres con hijas adolescentes tienen argumentos para pensar que un comportamiento como el que se ha juzgado en Pamplona no ha merecido toda la dureza que hubiera sido necesaria y que, para inquietar aún más, uno de los tres magistrados que componían la sala ha considerado que lo que ocurrió en aquel portal fue una fiestecilla improvisada en la que todo el mundo se lo pasó de miedo. A veces da eso, miedo, pensar en qué manos hemos puesto la Justicia en este país.

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