FERIA Toros en Sevilla hoy en directo | Morante, Castella y Rufo en la Maestranza

Sin miedo

Las épicas retóricas en política tienen el peligro de convertirse en humo y, al final, evaporarse, fundirse con la Nada

Una de las cosas buenas de la Feria y sus protocolos de vestuario es que, ya lo lleves en el bolsillo oculto bajo las enaguas, en el escote como alguna osada o en un bolsito que se te enreda con los flecos del mantoncillo, sacas el móvil lo preciso. Más: si lo sacas es para que sea útil y práctico, no para alcahuetear. O sea, para comprobar si te esperan en Joselito el Gallo 90 (y recordar una vez más a Manuel Otero bailar como el caballero sevillano que era) o si la mesa que te está guardando una amiga en la Asociación de la Prensa está rodeada de avariciosos comanches que esperan que no vayas para asentar allí sus festivas posaderas. Y por eso te pierdes mucho ruido, ni la calle del infierno resulta tan atronadora como las redes cuando cogen una linde. Me corrijo: sin esos cientos (no son muchos más) profesionales de la toxicidad, ay el veneno, convencidos de su talento corrosivo y muy especialmente seguros de que su opinión siempre es imprescindible. Qué suerte. Los dubitativos, incluso siendo charlatanes, ponemos en solfa casi todo lo que decimos que solamente nos parece lúcido cuando al cabo del rato se nos ocurre una respuesta o un análisis demoledor. Tarde. El pulpo asesino o como quiera que se llamen las nuevas infernales atracciones, resultan más pacíficas que ciertos exabruptos que, en situación normal, con el móvil en la mano como quien dice, hubiéramos consumido con la avidez que le hemos puesto al inocente rebujito. Por ejemplo, habían pasado casi 48 horas cuando leí a una ultraderechista, en un lenguaje calcado de los camisas negras (lean los Diarios de Pietro Chiodi, el partisano que leía a Heidegger y que retrata el fascismo y su jerga como nadie) hablar de no tener miedo. Con una virulencia verbal que ella no lo tendrá, pero darlo lo da. Es curioso que quien no apoya leyes que recuperan derechos laborales (en la línea de otros gobiernos de Europa aunque no tengan ministras rojas) ni libertades civiles ni siquiera los derechos humanos hable de miedo. Miedo dan sus políticas más que sus retóricas porque los discursos lo aguantan todo. Las épicas retóricas en política tienen el peligro de convertirse en humo y al final, sea fumata blanca o negra, evaporarse, fundirse con la Nada. La misma señora, según leí con retraso, entretenida yo en el mundo real, se negó a acudir a una caseta de un sindicato por ser traidores del pueblo. Y dijo pueblo y dijo élites -masticando las palabras como si le asquearan hasta las letras- y se quedó tan ancha. A ese mismo pueblo se refería Mussolini, látigo de los privilegiados en los discursos y aliado de los privilegios en los hechos. La misma referencia a la élite resulta curiosa en boca de una abogada del Estado en cuyo partido militan liberados políticos de toda la vida o una pareja de arquitectos a los que se les olvida pagar licencias y hasta terminar la carrera. Qué cosas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios