Puntadas con hilo

María José Guzmán

mjguzman@grupojoly.com

Los miedos infinitos

La epidemia nos obliga a plantear a los niños el tema de la muerte y a disimular los temores

Ahogada entre lecturas en la red, intentando sacar la cabeza entre mil y una informaciones, sale a flote Los hijos infinitos, un bello poema del venezolano Andrés Eloy Blanco. "Cuando se tiene un hijo,/ se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera/...". Versos que invitan a una reflexión en en estos días en los que nos quedamos en casa, confinados pero quizás menos aislados que nunca. La epidemia nos une, por obligación, y los grupos de Whatsapp de los coles que muchos abominan se convierten en ansiadas ventanas de colores para respirar. Como dice el poema, nuestros hijos son los hijos de todos y necesitamos oírlos, verlos y compartir sus sonrisas.

Entre las muchas lecciones que nos está dando la crisis del coronavirus está la de los abuelos. Enternece oír cómo algunos, antes de que el bicho enseñara su cara más letal, deseaban enfermar cuanto antes para así estar recuperados cuando los demás fueran cayendo y poder seguir ocupándose del cuidado de los hijos y los nietos. Esos pequeños a los que resulta muy complicado explicar por qué ahora hay que estar alejados, sobre todo, de los mayores, porque son el grupo de mayor riesgo. De repente, parece que los viejos se han hecho visibles para los adultos, para los nietos no han dejado de serlo, son en muchísimos casos su universo más cercano, y por eso resulta difícil dar con una explicación convincente a los ojos de un niño sin provocarle un tsunami de emociones.

La epidemia está obligando a algunas familias a plantear a sus hijos de corta edad un tema tan trascendental como el de la muerte. En esta era de la hipercomunicación, resulta casi imposible mantener a los menores ajenos a la actualidad y a los recuentos de víctimas que esperamos con horror y resignación ante las pantallas cada día. El momento llega cuando un menor que pinta arcoíris y caritas felices levanta la cabeza y pregunta ¿quién se ha muerto? Y entonces, antes de responder, asumes que las cifras tienen rostro y que, tal vez, más de uno es el que tu hijo ve cada mañana en la puerta del colegio.

Y el drama que nos parece soñado nos derrumba. El miedo se esconde bajo guantes y mascarillas, pero también en desvelos nocturnos que achacamos a la falta de actividad física, en la ansiedad por llenar cada jornada de encierro de mil y una actividades. Entre las mil recetas que circulan estos días por internet, los psicólogos recomiendan usar como un superpoder para resistir a la situación ventilar con alguien con quien te sientas en sintonía. Quizás por eso muchos están silenciando estos días cuentas apocalípticas en redes sociales y otros se agarran a las videollamadas grupales en familia y al Whatsapp del cole, foros donde los temores son los mismos y donde no hace falta decir abiertamente tengo miedo. ¿Quién no lo tiene? Tal vez incluso algunos niños que madurando también en esta crisis nos miran a los ojos y nos dicen que todo va a salir bien. Releo el poema: Cuando se tiene un hijo,/ se tiene el mundo adentro y el corazón afuera. Y siento miedo y confieso que es infinito.

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